20 de abril de 2010

20 de abril de 2010: Die Entführung aus dem Serail y la distancia histórica (III)


Ahora bien, ¿hay reinterpretación, legítima relectura y actualización mesurada o traición y riesgo de falsificación?

Podría responderse fácil y rápidamente arguyendo que desde el momento en que el director escénico explicita los protocolos de su interpretación no hay ni trampa ni cartón. Basta con leer sus palabras.

No obstante, el problema estriba en que este suplemento puede no haber sido leído por el espectador que, por ende, seguramente desconoce las circunstancias históricas de emergencia de la composición de Mozart (como uno, por ejemplo).

¿No es traicionar a Mozart presentar el canto a la libertad de Konstanze atenuado por una seducción extraña respecto a su secuestrador (síndrome de Estocolmo, simple confusión de sentimientos, mito del Oriente sensual frente al frío Occidente...)?

¿Saltarse la distancia histórica y, con ello, los tópicos eurocéntricos que perviven en el libreto del que se sirve Mozart aunque moderados respecto a la tradición, no produce un injustificado efecto de continuidad, de proximidad, de cercanía?

¿No se está diluyendo la fuerza del conflicto entre turcos y europeos durante los siglos XIV, XV o XVI hermana del más antiguo entre musulmanes y cristianos que se retrotrae a la conquista de Al-Andalus y las Cruzadas?

¿No se corre el riesgo de disculpar nuestras elecciones históricas como conjunto de sociedades europeas y, al tiempo, también las musulmanas al proponer una relectura tan poco fiel al libreto?

A modo de respuesta, Esther me dió tres argumentos:

a) Es imposible mantener la distancia histórica: desde el momento en que volvemos a tocar el Clave bien temperado de Bach incluso no en piano sino en clave en una habitación de paredes de pladur o yeso, suelo de parquet, moqueta o baldosa, en una ciudad con tráfico, con zapatos, ropa ligera y pensada para ayudar a la movilidad o banqueta ergonómica, aunque el clave sea del mismo siglo XVII estamos perdiendo las condiciones de sonoridad originales de la composición de Bach (eso suponiendo que la interpretación pudiera ser absolutamente fiel). El contexto nunca puede ser el mismo y altera la forma de tocar y el sonido eso para no contar que el clave con cuatro siglos de antigüedad estría un poco deteriorado... La repetición siempre es diferente. De ahí que el empeño de Savall, por ejemplo, tomado al pie de la letra, creído y profesado como principio, no deje de ser una ingenuidad y hasta un esnobismo...

b) Aun aceptando la posibilidad de la reproducción fiel, de la repetición exacta a lo largo dfel tiempo, nos perderíamos algo sustancial al arte: la reinterpretación, la variación. Un ejemplo claro: ¿deberíamos despreciar la obra pianística de Glenn Gould porque se atrevió a tocar Bach con piano cuando sus obras estaban pensadas y escritas para clave? ¿No es, evidentemente, una ganancia para el patrimonio artístico el atrevimiento de Gould, su desafío, su "traición"?

c) Y, finalmente, ¿no es inevitable la búsqueda de la proximidad y la familiaridad? En su formulación más abstracta, ¿no es inevitable la proyección de nuestras teorías y expectativas sobre los objetos? Si esto es así y parece suficientemente argumentado ¿qué es más traidor y artificioso? ¿Reconstruir una pretendida interpretación fiel y ocultar como si no existiera, o fuera posible prescindir de ello, la constante proyección de nuestras costumbres y categorías sobre lo diferente o trabajar desde el máximo nivel de autoconciencia y autocomprensión y, teniéndola en cuenta, ofrecer un producto artístico que trabajando sobre el pasado nos permita comprender el presente?