30 de septiembre de 2010

30 de septiembre de 2010: "Como Ulises en una cacharrería"


Hoy, en un mal día por los dolores de cabeza que llevo padeciendo toda la semana, me llega la noticia de que Ángel Muñoz presentará el próximo sábado 2 de octubre en la "Entrelíneas Librebar" su poemario Como Ulises en una cacharrería (magnífico título). Estará acompañado de dos excelentes poetas y personas que conozco, José Navieras y Gsús Bonilla, y también por una poeta que estoy descubriendo, Ana Pérez Cañamares, a la que, desfortunadamente, aun no he tenido el placer de conocer de otra manera que no sea en el ciberespacio. Que os vaya muy bien. Ojalá pudiera acompañaros.

29 de septiembre de 2010

29 de septiembre de 2010: quinto aniversario de la muerte de mi padre


Hoy se cumplen cinco años de la muerte de mi padre, acontecimiento axial de la vida de uno que le condenó a casi tres años de incapacidad para escribir y, lo más importante, un par de años de dolor y duelo hasta que bajo la coacción de la terapeuta de turno hube de dejarlo ir, de separar su fantasma de mi espacio y mi tiempo nocturnos y alejar su espectro verbal, su idiolecto -o más bien sus deformaciones del lenguaje- del día a día en el que lo instalé para que, de alguna extraña forma, siguiera presente a mi lado.

Ahora, cinco años después, este post tuvo que ser anticipado el 3 de septiembre y retocado el 21 para dar la impresión de que su recuerdo, ése que dejé ir, se mantiene tan vivo como el primer día. Y, en cierto sentido así sigue siendo pero es tal el ímpetu de la vida que busca autoconservarse hasta la extenuación que a veces me olvido de él aunque no quiera.

Escribo este 21 y me anoto en la agenda que el 29 debería ir al cementerio a buscar su nicho y verle y añado el 23 que mi madre me llama para sugerirme que en lugar del 29 vayamos el 28 por lo de la huelga general. Me dan ganas de decirle que no, que tiene que ser el 29, que debe ser ese día y no otro, que la conmemoración tiene un sentido si se ajusta a lo que ella misma prescribe, pero con una cierta tristeza comprendo que -lejos definitivamente de mi vida- da lo mismo un día antes o uno después.

Y ayer fui a limpiar su nicho y a pensar en él en la ciudad de los muertos.

Siempre habrá lágrimas para ti, papa.

28 de septiembre de 2010

28 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (VI). La East Side Gallery y Hermann Hesse


25 de julio de 2010. Tercera parte.

"Al atardecer, la East Side Gallery cerca de la entrada a Kreuzberg del Oberbaumbrücke restaurado por Calatrava que dejamos a nuestra izquierda sin apenas detenernos a admirarlo. La caminata por la Warschauerstrasse y las horas anteriores nos habían fatigado mucho y además estábamos hambrientos. Tomamos la Mühlenstrasse con la esperanza de comprar algún brötchen para calmar el apetito pero antes de que encontráramos algún sitio decente ya estábamos ante el kilómetro de muro convertido en obra de arte oficial (como si el resto del muro que se conserva no lo fuera).

Los aproximadamente mil trescientos metros recogen unas cien pinturas de artistas de todo el mundo realizadas en 1990 y restauradas a partir del 2000 para recuperarlas de los daños producidos por el vandalismo y los graffitis poco académicos de los visitantes posteriores. Actualmente todo el recorrido ha sido restaurado pero gracias a Dios comienzan a haber nuevas huellas que ya empañan la obra de arte. Y uno dice "gracias a Dios" porque no tiene muy claro que esta institucionalización del arte graffitero y underground sea provechosa para él y no suponga una traición al que uno siempre ha juzgado, independientemente de su calidad o falta de ella, su ánimo contingente, contextual, situacionista.

De entre todas las pinturas, desiguales, destacables -nos parecieron- el "beso" de Brezhnev y Honecker, bien realizado y cargado de connotaciones y condensaciones, y el retrato de Sakharov. Algunos otros aceptables y más de los que uno querría de puro relleno. Con todo, el conjunto resulta curioso y, como decía, "gracias a Dios" la pintura urbana hecha museo es rápidamente convertida en palimpsesto por más pintura urbana: en una que retrata sin mucha gracia un antiguo Trabant -el coche por excelencia de la DDR- algún alumno de secundaria del IES Almatà de Balaguer dejó su huella y estropeó -o enriqueció váyase usted a saber- el "cuadro".

Con una bella noche cerrándose sobre Berlin volvimos al piso trece horas después y con las últimas fuerzas después de cenar y jugar la partida ritual de cartas comienzo a releer, treinta años despúes de la primera vez, el libro que me acercó definitivamente al placer de la lectura y la obsesión por la escritura: Pequeñas alegrías, del hoy menospreciado Hermann Hesse. Ni Cervantes, ni Unamuno, ni Balzac, ni Flaubert, que también leía por aquel entonces, hablo de mil novecientos ochenta. Fueron los relatos de Isaac Asimov y este conjunto de artículos y textos aislados escritos entre 1899 y 1960 los que me lanzaron al lago.

El primero, que da título al libro, me reafirma en la decisión de releerlo. A finales del siglo XIX, Hesse se asombraba de la velocidad que la vida contemporánea imponía a los individuos y apelaba a la moderación, la calma y el disfrute de los pequeños goces, de las pequeñas alegrías. Como si hubiera sido escrito por cualquiera de nosotros en pleno siglo XXI, en el inicio del milenio de la saturación telemática, de las conexiones ininterrumpidas, de la velocidad hecha espacio y tiempo, de la simultaneidad, del stress... Probablemente le sobren adjetivos, amaneramiento y sensibilidad estereotipada de clase acomodada de productor cultural que goza del suficiente otium cum dignitate. Probablemente. Sin embargo, soy capaz de leer en sus páginas un atisbo de intemporalidad que aquí, en la ciudad que mi imaginario ha construido como capital del mundo de la Idea, reverbera como si la historia no fuera absolutamente capaz de quebrar los lazos que unen a un homo sapiens con otro".

Hasta aquí las notas del segundo día enriquecidas con las consultas pertinentes pues ¿quién puede creerse que recordara perfectamente los nombres de los dos soldados soviéticos que izaron la bandera roja sobre el Reichstag?...

27 de septiembre de 2010

27 de septiembre de 2010: La deriva provinciana en la Catalunya mediática


Algunos amigos sostienen que mi juicio acerca de la deriva provinciana que se está viviendo en la cultura media de este país es demasiado severo. Sostienen que la deriva no es tal, que el panorama cultural de Catalunya sigue abierto al mundo y que, simplemente, los excesos nacionalistas fermentan en el ánimo poco temperado de un feroz antinacionalista como el que escribe un sesgo que desvía o malinterpreta los acontecimientos.
Puede. Mi aversión al nacionalismo es acendrada y no disimula ni encubre una pasión nacional española. Del nacionalismo hispánico y su versión más extrema, el casticismo, ya se ocuparon en su momento desde Larra a Unamuno así que no insistiré. Del catalán ya habló Pla y tampoco diré nada. Tan sólo me limitaré a aportar un dato para la reflexión.
El sábado 25 hubo un multitudinario concierto, con ocasión de las fiestas de La Mercé, en el que intervenían tres grupos: Amics de les Arts (catalanes), Ok & Go (USA) y Belle and Sebastian. Uno asistió al de estos últimos, espléndido, y mi hija vio los tres. Según su testimonio al de estos últimos asistió casi el doble de gente (en términos coloquiales) que al de los primeros, lógico si comparamos la trayectoria y el prestigio de ambos conjuntos. Pues bien, en el Telenotícies se les dedican más de tres minutos a la actuación del joven conjunto catalán y poco más de viente segundos a Belle and Sebastian. ¿Promoción de lo autóctono y discriminación positiva? Seguramente ¿pero no se puede atisbar aquí una peligrosa deriva provinciana como mínimo mediática?

26 de septiembre de 2010

26 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (V). Brandeburg Tor



25 de julio de 2010. Segunda parte.

"Después de presenciar alguna prueba más de la yuxtaposición de diversas temporalidades en espacios próximos, por ejemplo una antigua hippy en su furgoneta Volkswagen decorada al más puro estilo de la psicodelia que se dejaba fotografiar en su tinglado a cambio de una módica cantidad, pusimos rumbo a Alexanderplatz para buscar un restaurante. Comimos en un thailandés que no modificó demasiado mi escaso aprecio por esa cocina y sin apenas tiempo para digerir, a coger el autobús que por la hermosa Unter der Linden de Christa Wolf lleva hasta el corazón del Berlin monumental.

La primera parada tras bajar fue el imponente Reichstag. Uno, fiel a su memoria imaginaria, estaba más fascinado por los impactos del combate que soviéticos y alemanes libraron por su control en los últimos días de abril de 1945 que por su arquitectura o su majestuosidad. Aquel edificio, que había sido bombardeado repetidas veces desde el comienzo de la batalla por la capital, fue el objetivo de más de noventa piezas de artillería de entre 152 y 203 mm. durante el día 30 de abril. En las horas previas al asalto, descargaron cientos de obuses como preparación para la conquista del que Stalin había designado como "símbolo de la victoria sobre la bestia fascista". La 150ª división de fusileros del Ejército Rojo se enfrentó durante todo un día a unos cinco o seis mil alemanes, en su mayoría SS, y a última hora de la tarde consiguió entrar en el edificio. Entonces comenzó la segunda parte de la batalla: la lucha planta por planta. No sería hasta las 11 de la noche que los exploradores Mikhail Yegorov y Meliton Kantaria, protegidos por un pelotón, levantaran la bandera roja sobre una brecha de la estatua alegórica Germania del alero frontal del Reichstag mientras en muchas dependencias se seguía luchando cuerpo a cuerpo. Finalmente, a las seis de la mañana del 1 de mayo, los últimos nazis se rindieron y el símbolo cayó oficialmente en manos soviéticas aunque el día 2 todavía había tiroteos aislados en el interior.


Es indiscutible que Stalin acertó al elegir el símbolo y la fotografía de Yegorov colocando la bandera es, junto a la de los marines en Iwo Jima una de las más famosas y cargadas de sentido de la contienda. Viéndolo de cerca uno se pregunta cómo pudieron luchar varios miles de soldados en tan poco espacio durante casi dos días y no alcanza, evidentemente, a responder de ninguna manera.

Busqué el ángulo para fotografiar desde abajo el lugar pero no recordaba exactamente la situación de la estatua ni tampoco la reconocí. Tomé varias instantáneas pero cuando ya había acabado supe que ninguna resistiría la prueba de esa simetría imaginaria que deseaba. La mayoría de los hombres sufrimos la historia desde el suelo: pasa sobre nuestras cabezas como nubes a veces en forma de tempestad que deja aguaceros, otras deja chaparroones y las más una simple lluvia fina o un lejano tronar y relampaguear. Pero en ocasiones la historia no nos pasa únicamente por encima. En ocasiones estamos en el mismo núcleo de la tormenta, como le pasó a Yegorov: entonces no padecemos la historia, la protagonizamos..

A pocos metros, la puerta de Brandenburgo me volvió a demostrar que el imaginario tiene sus propias reglas la mayoría de las cuales están orientadas a asegurar que la realidad no desbarate una magnífica ficción. La Tor, por su lado este, está encajonada por los edificios de la Pariser Platz: las grandiosas embajadas de Estados Unidos y Francia, los edificios del Dresdner, del DZ Bank y la Academia de las Artes empalidecen el esplendor de la Victoria y su columnata que desde el lado oeste, el que da al Tiergarten, más despejado, no se aprecian de la misma manera. Esta reducción de un icono que recordaba de imágenes televisivas y fotografías, solitario, escueto, grandioso, imperial, a un monumento oprimido por la ciudad en crecimiento, por el aprovechamiento inmobiliario tiene, con todo, un aspecto tranquilizador. La peligrosa épica -inseparable de la construcción totalitaria- de la puerta del Este, de la grandeza germánico-prusiana que mira hacia las vastas extensiones eslavas y condensa todo una mitología, se desvanece para abrirse al monumento histórico en su contingencia e insignificancia."

25 de septiembre de 2010

25 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (IV). Mauer Park


25 de julio de 2010. Primera parte.

"Despertarse un domingo por la mañana en Berlin no es diferente de hacerlo en cualquier otra ciudad europea. Ni la profundidad del cielo ligeramente moteado de nubes, ni la luz que despunta entre las azoteas de estilo imperial neoclásico, ni el silencio de primera hora de la mañana, ni la brisa suave que apenas mece los plátanos, cerezos y tilos de los alrededores son privativos de la ciudad. Sin embargo estamos en Berlin, no en cualquier otro lugar, me repito con satisfecha obviedad.

Mientras nos desperezamos entre las sábanas decidimos preparar un desayuno abundante y bajar a buscar algo de fruta (fresas, sandía, melón) para redondearlo. Uno tenía la convicción de que en Prusia la ética protestante o alguna de sus variaciones haría que hubiera numerosos comercios abiertos las veinticuatro horas o, al menos, en festivos, a diferencia de la católica Baviera donde los domingos y los laborables a partir de las seis y media de la tarde cuesta encontrar una tienda abierta. La verdad es que aunque uno deteste los tópicos periodísticos y las simplificaciones, siempre acostumbra a utilizarlos como horizonte sobre el que configurar sus expectativas cuando está en un entorno extraño. Poco importa que esta esquematización tenga su justificación teórica en el gran ensayo de Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Los "lugares comunes", procedan de la experiencia singular, los prejuicios colectivos o lasa especulaciones científicas, suministran la base para esperar determinadas regularidades en mundos y estados de cosas no familiares o desconocidos.

Ahora bien, aplicados sin precauciones ni matices, suelen ser de dudosa eficacia. Como quedó demostrado después de deambular casi una hora por el barrio. En Gràcia, cualquier domingo encuentras abiertos cerca de casa más de media docena de comercios en los que puedes encontrar desde pilas y CD's hasta cualquier clase de alimentos y no todos ellos regentados por los famosos "paquistaníes" a los que solemos adjudicar la propiedad de estos sitios. En Prenzlauer Berg no hallamos ni uno abierto. Seguramente más que con cualquier ética religiosa el asunto debe tener que ver con la normativa de horarios comerciales, los derechos de los tabajadores o el superior poder adquisitivo que permite dedicar el fin de semana a otras tareas.

Antes de comer fuimos al Mauer Park para cumplir con el primer rito: ver una parte salvaje del muro. Unas decenas de metros sin pintadas artísticas, figurantes para turistas o, simplemente, sin vendedores de insignias, banderas, gorros y "regalia" variopinta made in China, en lo alto de un talud que domina una explanada en la que hay un mercadillo. En el lado opuesto, "tras" los metros de muro que se conservan, un pequeño y ajado estadio deportivo de la antigua Alemania del Este. En el mercadillo cada cual fue a lo suyo. Esther y Marc a curiosear sin un objeto definido. Clàudia en busca de cuadros, fotografías o postales originales y uno a rastrear parafernalia de la antigua DDR, el Ejército Rojo o la Wehrmacht. Tan sólo hallé una bandera de más de un metro y medio de largo de la Alemania socialista, gastada y deslucida pero bien conservada. Sin embargo, su gran tamaño la condenaba al sótano y por tanto no compensaba lo que costaba. Los cascos de combate soviéticos y alemanes de la II Guerra Mundial que se vendían también eran caros y, consideraciones familiares o pedagógicas aparte, tampoco encontrarían acomodo en casa y, además, eran difícilmente transportables en nuestras maletas saturadas de ropa. El resto de abundante "regalia" comunista o militar (sellos, condecoraciones, insignias, monedas) me resultaba indiferente pues hace mucho tiempo que perdí cualquier hábito coleccionista: será que los automatismos obsesivo-compulsivos se han sosegado con el paso de los años".

23 de septiembre de 2010

23 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (III). Prenzlauer Berg

Durante el viaje por Alemania y Polonia me esforcé, por vez primera y espero que única en mi vida, en llevar un cuaderno de viaje. Ahora, un mes después, cuando ya ha perdido su supuesta inmediatez, una falsa inmediatez porque la estilización literaria ya es una mediación siempre posterior de forma que la presunta proximidad resula ser así poco más que un pacto tácito entre autor y lector o -peor- una impostura del primero, es un buen momento para recoger las notas, corregirlas, por supuesto, y ahondar, si cabe, en el examen de la pulsión totalitaria.

El cuaderno, escrito con diversos bolígrafos y en cuartillas de diferente tamaño, textura, color y dibujo, comienza el 24 de julio de 2010.

"Todo lo más tres horas de sueño antes de salir hacia el aeropuerto. Cuando hay que poner en marcha un dispositivo familiar, en su más amplio pero también en su más literal sentido, las enumeraciones, comprobaciones y operaciones diversas de intendencia parecen no concluir jamás: tarjetas (de crédito, de identidad) y documentos varios (sanitarios, copias de pasajes, billetes, reservas, localizaciones geográficas...) botiquines, provisiones, ropa para cualquier eventualidad previsible o posible, lecturas, música, gadgets electrónicos para matar el tiempo, teléfonos móviles, llaves... Un conglomerado variopinto de objetos y acciones que hay que ordenar, acumular y repasar encaminados a disminuir lo únicamente inaceptable cuando tienes hijos a tu cargo: el riesgo.

El vuelo sale con otras tres horas de retraso. Salida prevista con Easy Jet (la única compañía de Low Cost con más de diez años de antigüedad que no ha tenido aun ningún accidente mortal, elemento a tener en cuenta si uno tiene miedo a volar, como es el caso) a las 10:10. Salida final: 12:45. Pasadas las tres llegamos a Berlin Schönefeld (base de la compañía). No es el memorable y literario Berlin Tempelhof pero estamos, por fin, en la capital de mi mundo y sus afueras han sido, como esperaba, remedos no demasiado lejanos de mis imaginarios recuerdos de Prusia: lagos, riachuelos y bosques tupidos.

A la salida de la terminal el cielo sobre la ciudad está encapotado y la temperatura es fresca pero la excitación nos evita percibir su efecto real. Será más tarde, cuando recorramos la Schönhauser Allee en busca de la Senefelderplatz, punto de referencia para localizar la calle donde está el apartamento, cuando notaremos la diferencia entre el septentrional Berlin y la meridional Barcelona en julio.

Tomamos el mítico S-Bahn con destino a la también legendaria Alexanderplatz, o eso creíamos tras el rápido vistazo a los colores del mapa de transporte, y media hora después nos encontrábamos en la inesperada parada de Landsberger Allee: habíamos cogido una línea de S-Bahn que no era la que tocaba. O no nos habíamos bajado donde correspondía. El cansancio y las maletas pesaban demasiado ya como para prestar mucha atención a las vastas y antiguas estaciones, los raíles viejos y oxidados, los añejos pasos elevados y los herrumbrosos edificios de decenas de años que se arremolinaban en torno a las vías en algunos lugares y, sobre todo, a la línea del Este que, paralela y más estrecha, aparecía y desaparecía de nuestra vista recordando los viejos lemas acerca de la expansión hacia las tierras eslavas, el Lebensraum y toda la retórica pangermanista prehitleriana. Seguro que tiene y tuvo otro sentido. Uno más económico, espiritual, religioso, cultural si se quiere. Sin embargo, no cabe olvidar como acabó la empresa expansiva y para qué servían las líneas férreas de ancho oriental...

Por fin, tras un rodeo y un inesperado autobús, la parada de Schönhauser Allee estaba en obras, aparecimos pasadas las cuatro y media por Senefelderplatz y cinco minutos después subíamos los cuatro pisos sin ascensor de nuestro destino arrastrando las maletas por una moqueta de inequívoco aroma escocés: tenía una textura y un color muy parecido a la que cubría la escalera de la casa de Ricardo en Saint Andrews. Dejamos las maletas en el salón del apartamento, abrimos las ventanas lo justo para disfrutar de la altura de los cerezos y los edificios de estilo bismarckiano de la acera de enfrente unos segundos y salimos a la búsqueda de un supermercado para comprar abastecimientos varios y responder a las nuevas exigencias de mantenimiento (jabón, suavizante, estropajo...) que acontecen con cada llegada a un nuevo emplazamiento.

Por fin, a las siete, exhaustos, pudimos dedicar un rato a pasear por las calles adyacentes de Prenzlauer Berg, barrio de moda en Berlin desde hace unos años y preferido tanto por las clases medias de productores culturales como por aquellos "alternativos" que han abandonado el mercantilizado Kreuzberg para encontrar en el Este, en sus barrios mal adoquinados, de calles insuficientemente anchas para permitir un tráfico intenso, fluido y veloz, en sus múltiples y descuidados parques, generalmente de no más de una manzana de superficie, en sus edificios de principios de siglo, (las Mietskasernen) la oportunidad de alejarse esporádicamente del delirio mercantilista.

Lo mejor del breve paseo por las proximidades: la luz mortecina y amarillenta de las escasas farolas de la extinta DDR que a duras penas iluminan las calles y avenidas y el escaso tráfico. Y junto a ese fragmento de tiempo desplazado, ese pedazo de siglo XX, las inevitables consecuencias de las formas de vida y costumbres en entornos más o menos lejanos del propio: las ventanas sin persianas, las remozadas, o no, Mietskasernen con sus portalones que flanquean los zaguanes que dan acceso a los patios interiores de los bloques de apartamentos donde se aparcan las bicicletas, se llenan los contenedores, crecen castaños y robles y trepan hiedras por las fachadas interiores; el sordo murmullo de los ciclistas; la esporádica aparición ruidosa del tranvía; las terrazas de bares, cafés y restaurantes dispuestas sin orden ni concierto en cualquier lugar- por exagerada que sea la pendiente de la acera-; y las voces suaves jugando con el idioma de Goethe y Hegel en el distendido ambiente del sábado al anochecer en una zona de moderada y calma actividad nocturna."

Sólo añadir que aquella noche no oímos, efectivamente, ruidos en la calle. Hacía fresco, cerramos las ventanas y nos dormimos pronto tras una partida de cartas, oir algo de música y una breve lectura. Pero una semana después, con calor y las ventanas abiertas, pese a que nuestra calle seguía más o menos tranquila en la cercana Schönhauser Allee los grupos de jóvenes ebrios de cerveza montaban sus particulares jaleos en el idioma de Goethe y Hegel con la misma furia que en Barcelona los jóvenes catalanes lo hacen en la lengua de Llull y Espriu y supongo que, asimismo, destrozándola.

22 de septiembre de 2010

22 de septiembre de 2010: Álvaro Valverde y Groenlandia


Escribir es, a menudo, una tarea más ingrata de lo que parece, sobre todo cuando no juegas en ningún equipo y, por tanto, tampoco en ninguna división. Si, al menos en la intención, se intenta seguir la ruta que uno mismo va construyendo al margen de capillas o estrategias de marketing, buscando más el decir lo que uno cree que debe decir que lo que cree que se quiere oir o lo que será más efectivo para conseguir algún día ser oído de verdad, el trabajo es sordo y puede ser desesperante.

En ese páramo acostumbra uno a juntar palabras desafiando el desaliento cuando, de vez en cuando, a los correos de los compañeros de gremio y amigos se les une alguien que no esperabas y que te proporciona un instante de ánimo. Ese fue el caso de ayer: recibí un correo de Álvaro Valverde, un poeta cuyo excelente Blog sigo diariamente desde que hace más de un año lo viera sugerido en el de Mª Jesús Silva y cuya poesía he ido conociendo después, especialmente su soberbio Mecánica terrestre y el sorprendente Una oculta razón. El saludo de Álvaro y el hecho de que siga este cuaderno me llenó de sincera alegría: cuando de una propuesta estética lejana adviene un acto de reconocimiento uno suscribe el pasaje del nuevo testamento en el que se dice que más se alegra el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no lo necesitan. No corren buenos tiempos para el diálogo y la real aceptación de la diversidad que no oculta "la desconocida raíz común". Poetas con textos extraordinarios que no se aproximan ni al canon subjetivo de uno ni a su tradición y que aparecen hasta como estéticamente opuestos, como he dicho muchas veces, hay muchos y es de ley reconocer su calidad. Más que de ley, es justo, porque al hacerlo descartamos la accidentalidad que nos separa (esos libros que leímos de jóvenes, esos autores que conocimos, aquellos con los que dialogamos, el lugar y el grupo social en el que nacimos y crecimos...) para fijarse en lo sustancial que nos vincula. Y en el momento, y ese momento fue ayer, en que uno observa que un escritor al que admira revela esa capacidad para valorar la identidad y la diferencia el páramo deja de ser baldío y muta en jardín por unos minutos.

Finalmente, uno ha aprendido mucho de la forma en que Álvaro conduce su Blog. Es, además, un lugar en el que halla, constantemente, aire fresco de la sierra imaginada. Pero no sólo eso. También benevolencia, sencillez y buen gusto, y el gozo que se siente al admirar la forma domada hasta el punto que desaparece para dejar paso a la materia que envolvería. Gracias Álvaro.

Puede que, a ojos miopes, en las antípodas de Álvaro esté el "proyecto Groenlandia" de Ana Patricia Moya que llega a su número nueve y que ya está disponible. Uno tiene la sensación de que esa "raíz común" también está latiendo en el trabajo de esta "pluriempleada a tiempo completo, artista a destiempo" como ella misma se denomina. En este número colaboran Pepe Pereza, Ángel Muñoz Rodríguez, Esperanza García Guerrero, Enrique Fuentes-Guerra, Adolfo Marchena, Luis Sevilla, Felipe Solano, Eva Márquez, Ana Patricia Moya, Aurora Carmona Muller, Elizabeth Barreiro, Daniel de Cullá, Elena Ortíz, Eva Gallud, Franco Dimerda, Lucia Fraga, Patxi Irurzun, Ana Vega, Martin Cid, Yaiza Guevara, Adriana Bañares Camacho, Gema Serrano, Ximo Roselló, Jorge Merino, Victoria Dubrovni, Roberto Ferrer, Silvia Loustau, Tomas Illéscas, Juan Medina, Begoña Leonardo, Ricardo Bórnez, Emilio Arjona Crespo, Kebrantaversos, Amarande Guzmán, Antonio J. Sánchez, Ana Pérez Cañamares, Juarma López y José Ángel Conde. En el Scribd ya se puede acceder a la revista y al suplemento.

20 de septiembre de 2010

20 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (II)... y la totalidad de las razones



Con todo, la coincidencia entre la serie de factores puramente aleatorios que desembocaron en el viaje a Berlin y luego a Polonia y el curso del examen de la pulsión totalitaria que me dominó tantos años que estoy llevando a cabo en parte en este Blog fue afortunada. No vale la pena reconstruirla al detalle ni por economía ni para evitar un nuevo ejemplo del "todo está conectado con todo" así que uno puede limitarse a unos breves apuntes.

Desde que era pequeño y devoraba los comics de "Hazañas bélicas" quise visitar Berlin y vivir en Alemania. Dibujaba en mi infancia soldados de la Wehrmacht y compraba sobres con soldaditos de plástico y algún panzer en las papelerías del barrio. Sobres como La campaña de Rusia, Desembarco, Afrika Korps... me suministraban las divisiones con efectivos de escuadra con las que imitaba en mis juegos el avance alemán por Europa que era lo único que conocía de aquella Alemania heredada en tramos de conversaciones cogidos al vuelo de mayores y profesores, junto a unos nombres de "políticos alemanes" según la Enciclopedia Sopena que compraron mis padres en 1970 para ayudarme en mis estudios: Adolfo Hitler, Rodolfo Hess...
En realidad, tan sólo sabía que Alemania había luchado contra Rusia y casi todo el mundo, que había perdido y que sus jefes eran Adolfo Hitler, Rodolfo Hess y un tal Heissman (Eichmann).

Aquellos nombres, pronunciados con reverencial odio por mi abuelo (republicano represaliado) en nuestras excursiones al monte y que, descontextualizados, sólo podía rellenar fragmentariamente con los escasos datos que obtenía del entorno, ejercían una poderosa magia desprovista de su verdadero sentido. Sólo en el séptimo curso de la EGB empecé a saber, gracias al libro Deportación, que aquellos nombres se asociaban a actos salvajes y bestiales sin par en la historia de la humanidad (entonces no sabía nada de Armenia o Ucrania y durante años nunca creí que pudieran suceder Kampuchea, Srebrenica o Ruanda).

Sin embargo, el efecto mágico ya estaba grabado y Alemania, con su capital finalmente tomada, Berlin, (y aquí el tema del "asedio" en su vertiente psicoanalítica ejercía su singular fascinación asociada a la embrionaria personalidad de un crío en entorno hostil), constituyó el núcleo de una parte de mi imaginario.

Los estudios de Filosofía y la adopción del credo marxista, durante algún tiempo plasmado -aunque no fuera ejemplarmente- en la URSS y los países del Telón de Acero, acabaron de redondear esa construcción onírica de referencias afectivas e intelectuales con centro en Alemania y Berlin.

Con el paso de los años pude satisfacer mi pasión por Alemania gracias a mi amigo Wolfgang Borkner que me hospedó unas veces, o me buscó alejamiento otras, en Baviera. Pero siempre quedó fuera Berlin y demasiadas cosas estaban en la antigua capital: la Götterdammerung nazi, la toma del Reichstag por el Ejército Rojo, las SS, la Gestapo, el Muro, el checkpoint Charlie, la Stasi, Markus Misha Wolf, la guerra fría, la unificación, la derrota de la URSS y con ella el fin del último sueño totalitario, la apoteosis del Fin de la Historia liberal-democrático, Hegel, el Baron Rojo, Mrax-Engels-Lenin-Rosa Luxembourg, Alfred Döblin, la Bauhaus... La mayor parte del siglo XX se condensaba en Berlin y, sin embargo, siempre se posponía la oportunidad de ir.

Y este año, cuando la pasión totalitaria en este cuerpo y esta mente de cuarenta y seis años que responden a mi nombre ha sido, creo, definitivamente erradicada tras décadas de conflicto, justo este año, pude ir al centro del sueño totalitario europeo: Berlin.

Casi, por casualidad. Sin proponérnoslo. Como última solución de urgencia en primavera ante la evidencia de que nuestro destino de los últimos años, Saint Andrews, sería invadido por el British Open de golf.

Mi amigo Ignasi tenía un apartamento en el Berlin este y nos lo dejaba a un precio muy asequible. Además podíamos aprovechar y viajar desde allí a Cracovia, Praga, Budapest o la costa báltica. Así que aceptamos su ofrecimiento y programamos una estancia de doce días en Berlin y cocho días en coche por Polonia pasando por Wroclaw (el antiguo Breslau) y Cracovia (incluyendo Auschwitz como parada) con Esther y los críos.

Tres semanas para, entre otras cosas, seguir explorando, ahora desde la piel y la mirada, el ajuste de cuentas de uno con el totalitarismo.

18 de septiembre de 2010

18 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (I). La razón totalitaria...


Es difícil saber si la hipótesis que conocemos en su formulación "todo está relacionado con todo", indemostrable por definición, es suficientemente útil para explicar determinados acontecimientos. A veces, al encontrar relaciones aparentemente lejanas u ocultas entre algunos hechos aporta una luz nueva sobre ellos. En otras ocasiones, complica innecesariamente la descripción, nos hacer ver conexiones donde o no las hay o no debería haberlas de tan tenues y distantes que son y acaba sumiéndonos en el desconcierto ante la multiplicación de causas y efectos.

Algunos de quienes nos educamos filosóficamente en el marxismo y luego en el postestructuralismo tenemos una tendencia casi patológica a buscar esas cadenas de relaciones en el seno de un modelo holístico, absolutizador y a caer indavertidamente en las redes de la trampa totalitaria. La interrelación, la mariposa que desencadena un tsunami, la multiplicidad de conexiones, no deja de ser una nueva versión, relacional eso sí, del sempiterno espíritu de totalización que distingue una gran parte del pensamiento de las culturas europeas y alimenta cualquiera de las variables del sueño político totalitario (fascismo, nazismo, fundamentalismo teocrático, comunismo...) pues sin el pensamiento totalizador el totalitarismo político pierde su fundamento, su razón, esa lógica interna que la hace tan seductora para cierta intelligentsia: hasta donde uno sabe no hay proyecto político totalitario que no se asiente en un pensamiento de este mismo talante.

No obstante, esta correlación íntima no equivaldría a una hermandad indisoluble entre la "razón" y el totalitarismo. Primero porque supondría una reificación, una cosificación de la razón. Como si la razón fuera una cosa entre otras, un objeto entre otros, descriptible y con unas propiedades determinadas más o menos fijas.

La razón es, más bien, singular y concreta: existe en el seno de racionalidades. No es una facultad independiente de los procedimientos, objetivos y métodos de un determinado programa o proyecto producido racionalmente. Así, habría racionalidades totalizadoras pero otras no lo serían: hay manifestaciones racionales grandilocuentes y saturadoras y otras modestas y cautas. Y, por supuesto, Occidente no se ha dotado de una única racionalidad como tantos relativistas y culturalistas de nuevo cuño sostienen. La historia del pensamiento desde Montaigne a Nietzsche o Popper, está repleta de programas críticos, escépticos, no-totalizadores que son, le pese a quien le pese, Occidentales.

Y es que cuando uno busca "los tres pies al gato" sin voluntad sistemática, aunque aplique sistemáticamente un mismo método o una misma estrategia, es decir, cuando sabe que la proyección de un modelo a distintos ámbitos no implica que estos sean ni homogéneos, ni siquiera isoformes, puede atemperar la trampa totalizadora del empeño relacional: no aplana la superficie de los hechos y puede aceptar que de la misma forma que hay conexiones también hay desconexiones. Que yo me hurgue la nariz con el dedo ahora mismo no tiene conexión alguna con la alteración de la trayectoria de un asteroide en una galaxia a más de tres mil millones de años luz. Ni son fenómenos homogéneos ni pertenecen al mismo orden causal y tampoco tienen ninguna conexión probable a la luz del conocimiento acumulado por la humanidad en estos últimos siglos. En la banda media de los fenómenos físicos de nuestro entorno puede haber muchos acontecimientos relacionados, cierto, pero tampoco todos están forzosamente conectados con todos. Mis palabras de ahora no guardan relación alguna (en el sentido de interacción causal) con lo que el sábado que viene Barack Obama dirá en una alocución radiofónica (si es que todavía las hace).

16 de septiembre de 2010

16 de septiembre de 2010: Un poema de Eugenio Montale titulado "Bajo la lluvia"


Navegando en un rato muerto encuentro en el Blog Ignoria un poema de Eugenio Montale que desconocía -tampoco es ninguna novedad dicho sea de paso- que se titula, curiosamente, "Bajo la lluvia" y que está incluido en su libro Le occasioni (1939). La traducción es de Gianni Siccardi.


"BAJO LA LLUVIA

Un murmullo; y tu casa se empaña
como en la bruma del recuerdo.
Y gotea la palmera ahora que la sofocación
que retiene el calor de los invernaderos
oprime sordamente incluso las desnudas
esperanzas y los remordimientos.


'Por amor de fiebre…' un remolino
me conduce hacia ti. Brilla, roja,
una cortina, se cierra una ventana.
En la rampa materna ahora camina,
cáscara de huevo que va entre el barro líquido,
poca vida entre un agitar de luz y sombra.


Chillaba Adiós muchachos, compañeros
de mi vida, tu disco desde el patio:
y amo la máscara si aún
detrás del molinete del destino,
me queda el salto que conduce
a tu sendero.


Contemplo los brillantes chaparrones y al
fondo, como nubes,
el humo extendido de una nave.
Aparece un claro…
Y por ti comprendo
lo que arriesga la cigüeña cuando al alzar vuelo
aletea hacia Ciudad del Cabo."

("Sotto la pioggia


Un murmure; e la tua casa s’appanna/ come nella bruma del ricordo/ – e lacrima la palma ora che sordo/ preme il disfacimento che ritiene/ nell’afa delle serre anche le nude/ speranze ed il pensiero che rimorde.// ‘Por amor de la fiebre’... mi conduce/ un vortice con te. Raggia vermiglia/ una tenda, una finestra si rinchiude./ Sulla rampa materna ora cammina,/ guscio d’uovo che va tra la fanghiglia,/ poca vita tra sbatter d’ombra e luce.// Strideva Adiós muchachos, compañeros/ de mi vida, il tuo disco dalla corte:/ e m’è cara la maschera se ancora/ di là dal mulinello della sorte/ mi rimane il sobbalzo che riporta/ al tuo sentiero.// Seguo i lucidi strosci e in fondo, a nembi,/ il fumo strascicato d’una nave./ Si punteggia uno squarcio.../ Per te intendo/ ciò che osa la cicogna quando alzato/ il volo dalla cuspide nebbiosa/ rèmiga verso la Città del Capo.")

15 de septiembre de 2010

15 de septiembre de 2010: un correo de José María Cumbreño


Hace un par de días recibí este correo de José María Cumbreño:

"Queridos amigos:
Os envío el enlace en el que podréis leer el último número de la revista mexicana Luvina. Por cierto, si os apetece, en la página 24 encontaréis un poema del libro que la próxima primavera tendré la fortuna de publicar en la editorial Luces de Gálibo.
Gracias por vuestro tiempo. Un saludo.
José María Cumbreño

http://www.luvina.com.mx/AJUSTES/descargas/portada/60/Luvina60.pdf "

Nota: el poema es, por cierto, estupendo.

14 de septiembre de 2010

14 de septiembre de 2010: volviendo a Umberto Eco (y III)


Una vez concluida El péndulo de Foucault, excesiva en muchos momentos, genial en otros, soberbiamente elaborada, erudita y brillante mas también monótona, con momentos superfluos e innecesarios y complicaciones torpes, he escogido algunos fragmentos de esta desigual pero interesante (e importante en el panorama narrativo de las dos últimas décadas) novela:

"Sucuede que... estamos proyectando una reforma del saber. Una Facultad de Trivialidad Comparada, donde se estudien cosas inútiles o imposibles (...) Por ejemplo Urbanística Gitana e Hípica Azteca... la Morfemática del Morse, la Historia de la Agricultura Antártica, la Historia de la Pintura en la Isla de Pascua, la Literatura Sumeria Contemporánea, los Fundamentos de Examenología Montessoriana... la Psicología de las Masas en el Sáhara..." (p71)

"¿Por qué a ambos lados del Atlántico hay pirámides?
- Porque es más fácil construir pirámides que esferas. Porque el viento produce dunas con forma de pirámide y no de Partenón." (p247)

"...para cada problema complejo esxiste una solución simple, y está equivocada." (p286)

"Cualquier dato se vuelve importante cuando se lo conecta con otro. La conexión modifica la perspectiva. Induce a pensar que todo aspecto del mundo, toda voz, toda palabra escrita o dicha no tiene el sentido que percibimos, sino que nos habla de un Secreto. El criterio es simple: sospechar, sospechar siempre. Se puede leer entre líneas incluso una señal de dirección prohibida" (p338)

"...la suerte nos recompensaba, porque cuando se buscan conexiones se acaba encontrándolas por todas partes y entre cualquier cosa, el mundo estalla en una red, un torbellino de parentescos en el que todo remite a todo, y todo explica todo..." (p416).

"Tenía razón Proust: la vida está mejor representada en la música mala que en una Missa Solmemnis. El arte nos engaña y nos tranquiliza, nos hace ver el mundo tal como los artistas quisieran que fuese. El folletín hace como si bromeara, pero luego nos hace ver el mundo tal como es, o al menos tal como será. Las mujeres se parecen más a Milady que a Madame Bovary. Fu Manchú es más real que Pierre Besucov, y la Historia se parece más a la que cuenta Sue que a la proyectada por Hegel. Shakespeare, Melville, Balzac y Dostoievksi cultivaron el folletín. Lo que ha sucedido en la realidad es lo que habían contado por adelantado las novelas por entregas" (p447)

13 de septiembre de 2010

13 de septiembre de 2010: volviendo a Umberto Eco (II)


El péndulo de Foucault es, creo, una buena novela que, además, ha influido poderosamente en la literatura popular de éxito de los últimos quince años. El resurgir de la ficción sobre las sociedades secretas, las grandes conspiraciones, las órdenes de caballería, etc. tienen en la obra de Eco, y su enorme éxito, que recuerdo y constato en las hemerotecas online, su base más reciente. El exitoso El código Da Vinci de Dan Brown, por ejemplo, le debe mucho aunque no haya demasiado en común entre ellos pues la propuesta de Eco, mucho más ambiciosa y rica filosófica, histórica y sociológicamente, repleta de guiños y citas dirigidas a un público culto y leído, y soberbiamente estructurada, no se deja someter fácilmente al esquematismo del best-seller de consumo.

Cuando la acabe, espero que pasado mañana, subiré algunas citas. Ahora me limito a consignar la que uno juzga como tesis principal de la novela:

"Quizá la conjura exista realmente, y la historia no sea más que el resultado de esa batalla para reconstruir un mensaje perdido. Nosotros no lo vemos, y ellos, invisibles, se mueven a nuestro alrededor" (p350).

12 de septiembre de 2010

12 de septiembre de 2010: volviendo a Umberto Eco (I)


Descubrí a Umberto Eco en 1982, cuando comencé mis estudios de Filosofía. Me compré primero el Tratado de semiótica general y después Lector in fabula. Del Tratado leí más o menos la mitad. Lector in fabula fue libro de cabecera durante varios meses: había descubierto la"isotopía" (el "recorrido de lectura"), el "semema", el texto abierto y el cerrado, la prioridad del lector sobre el texto (o así lo interpretaba) y, en general, el fascinante discurso semiótico que parecía darle a la Filosofía un armazón conceptual riguroso con el que hacer frente a las exigencias de la cientificidad contemporánea.

Cuando en el verano me compré la traducción de El nombre de la rosa, la devoré en pocos días y veneré la capacidad de aquel teórico capaz de escribir una novela tan bien construida y apasionante.

Sin embargo, el pathos de la innovación y la moda que nos poseía a aquellos que tratábamos frenéticamente de poner remedio a las aporías del marxismo, me llevó al postestructuralismo y Foucault, Deleuze y Derrida apartaron a Eco de su lugar de honor: la cientificidad era una producción social e histórica que generaba sus objetos sin apenas relación con el mundo empírico al que decía describir. Eco no tenía ningún papel en el nuevo universo. La pérdida de prestigio del semiólogo se agudizó hasta el punto de que El nombre de la rosa, convertido ya en uno de los libros de la década perdió su posición en mi canon juvenil y pasó a colocarse en la misma categoría que John Le Carré o Frederic Forsyth. Para finales de los ochenta, cuando publicó su segunda novela, El pendulo de Foucault, había caído tan bajo que ni me molesté en comprarlo ni tampoco lo hojeé siquiera.

Veinte años después, he encontrado en la parte de mi biblioteca heredada de mi suegro, El péndulo... y lo he abierto con una mezcla de curiosidad y aprensión. Tres horas de lectura intensa más tarde pienso, una vez más, cómo pude ser tan estúpido.

11 de septiembre de 2010

11 de septiembre de 2010: cumpleaños


Hoy Marc cumple diez años. Sus aniversarios son, para todos nosotros, todavía días cargados de alegría, detalles y atenciones y, por supuesto, regalos. Este año una camiseta de Tom Brady, el quarterback de los Patriots, que le va tan justa que no sabemos si se la podrá ni poner. Inconvenientes de comprar por Internet y desconocer la diferencia entre las tallas norteamericanas y las europeas.

Dentro de pocos años desaparecerán estas conmemoraciones para reaparecer en la edad adulta primero con la satisfacción del reencuentro y más adelante con la emergencia de una melancolía que irá cubriéndolas hasta convertirlas en pequeñas despedidas. Por fortuna, cuando eso ocurra con tus aniversarios, Marc, ya no estaré aquí para lamentarlo.

10 de septiembre de 2010

10 de septiembre de 2010: periplos editoriales


En general, en el mundo editorial, y salvo honrosas excepciones que no acostumbran a incluir editoriales de poesía que no estén en sus comienzos, la posibilidad de publicación tiene que ver ante todo con el capital simbólico -el prestigo, la fama, el reconocimiento, las redes de amistades y contactos que se hagan eco del nuevo libro y la capacidad de obtener subvenciones o ayudas
que palien un fracaso de ventas. En poesía, el margen de beneficio es pequeño, el riesgo más grande y o se publica bajo la estela de un premio que actúe como reclamo o bajo la premisa de que el autor es conocido, de culto o posee una buena red de contactos entre los que se intercambian favores actuales por favores futuros o se recuerdan favores pasados.

Como José Naveiras y un servidor gozan de escaso capital simbólico, la tarea de publicar Bajo la lluvia, el libro de poesía y fotografía en el que trabajamos más de un año, se convierte en un viaje inacabable y desalentador porque, es evidente, que no es la calidad de la obra -sabe mal decirlo pero nadie la ha negado nunca ni cuando hace años la envié en su primera versión a un par de grandes editoriales de poesía con cuyos directores mantenía un cierto contacto epistolar- el elemento que decide sino su viabilidad económica. El otro día José se hacía eco, con un cierto desánimo, de este peregrinar: el camino de quienes no podemos garantizar unas ventas mínimas porque no poseemos la suficiente fama ni tampoco tenemos a nuestra disposición una estructura de contactos firme con los cuales entrar en el juego del favor o de la pura gratuidad, por amistad.

Decía José:

"Siguiente paso, mover el libro por el océano editorial patrio y en algunos casos, más allá de los mares. No lo hemos intentado en Europa. Las respuestas de las editoriales, lamentablemente han sido las típicas:

a- No se adecúa a nuestra línea editorial.

b- Les paso un presupuesto para proceder a la autoedición de la obra.

c- Les paso presupuesto para proceder a la coedición de la obra.

d- El libro es excepcional, pero al llevar fotografías se encarece mucho y no podemos involucrarnos en la publicación del mismo.

e- El libro es excepcional, pero al llevar poesías se aleja de nuestra línea editorial y no podemos involucrarnos en la publicación del mismo (es una mezcla de la a y la d, lo sé, pero es absolutamente cierto).

f- actualmente tenemos cubierta nuestra estrategia de publicaciones hasta 2015.

Creo que me dejo alguna respuesta más por ahí, pero como ejemplo valga. Bueno, el caso es que seguimos intentándolo, seguimos moviendo un libro en el que creemos y que mucho me temo que, pese a su potencial comercial, tendremos que autoeditarnos, eso sí, sin editoriales de por medio, esto es, nosotros mismos con dos cojones."

En fin...

9 de septiembre de 2010

9 de septiembre de 2010: "Llamado por los malos poetas" de Fogwill


Increíblemente no me enteré hasta hace pocos días de la muerte de Rodolfo Fogwill cuya novela Los pichiciegos (1983), sobre la guerra de las Malvinas, me pareció una excelente obra. Álvaro Valverde citó en su Blog y entonces recordé su conocido "Llamado por los malos poetas" o "Llamado a los malos poetas" (nunca he conseguido establecer su verdadero título) que dejo aquí sin querer rendir homenaje:

"Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.

Que en ellos viva la poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.

Que florezcan diez maos en el pantano
y en la barranca un Ele, un Juan,
un Gelman como elefante entero de cristal roto,
o un Rojas roto, mendigando
a la Reina de España.

(Ahora España
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
y Rey del reino. España es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).

Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.

A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.

Todo eso abunda: faltan los poetas,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su libro de mierda. Faltan,
sus ensayitos y sus novela en preparación.
Ah.. y los curricola,
y sus diez mil applys nos faltan.

No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos poetas. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
relecturas, incordios,
folios de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios,
tiempo perdido como todo.

Se necesitan poetas gay, poetas
lesbianas, poetas
consagrados a la cuestión del género,
poetas que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de escribir.

Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.

Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.

Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles...)

Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web...).

Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor...)

Una poesía explosiva: etarra, ética,
poéticamente equivocada.

En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan
poetas y más malos poetas:
grandes poetas celebrados pequeños,
poetas notorios, plumas iluminadas,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.

En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los flippers,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.

¿Habrá en la tropa?
¿En los balnearios, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo el sol quieto?
¿A solas con su lengua?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?

No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria lingual.

Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
Falsifiquemos el deseo:
Te necesito nene.
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de poesía que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
que me acarices con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.

Y en medio del camino, en el comienzo
de la comedia terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.

Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.

Y arriba España es un panal
de hormigas orientales:
rumanas, tunecinos,
suecas a la sombra de un Rey.

Riámonos del Rey.
De su fealdad.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de España
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espada pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.

¡Ay, lengua:
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
suturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..! "

8 de septiembre de 2010

8 de septiembre de 2010: padres...


Uno siempre ha creído que para ser padres sería preciso pasar un exámen mucho más riguroso que para ser conductores. No todos deberíamos poder engendrar un niño y lanzarlo al mundo así como así. La evidencia empírica lo demuestra: maltrato, abandono, despreocupación, crimen, educación mínima...

Ayer por la mañana, veía las noticias mientras tomaba el café. El ambiente no estaba, primer día de colegio, como para pasear por la glicina. El tema estrella: un reportaje sobre el primer día de colegio en Aragón, nuestra amada Catalunya y Euskadi. En él se recogía la insólita opinión de una madre que confesaba tener muchas ganas de que su hijo volviera al colegio porque, literalmente, "ya no sabía qué hacer con él": sobran más comentarios.

6 de septiembre de 2010

6 de septiembre de 2010: un poema de Joan Margarit


Releo a Joan Margarit y disfruto con sus luces y me aburro con sus sombras. Como todo quisqui, supongo. Este poema, que subo en la traducción castellana, "¿A quién ama Gilbert Grape?", es uno de los que más me impresiona, por su poderosa condensación, de la obra que conozco:


"¿A quién ama Gilbert Grape?

Un sábado en el cine, al declinar la tarde,
la película tierna, pero dura,
de un chico deficiente y de su hermano.
Cogidos de la mano en la penumbra,
lloramos, vuestra madre y yo, angustiados
por la muerte, que aún es más injusta
si dejamos atrás un desamparo.
Recordadnos felices: lo hemos sido.
Los ojos de Joana hacen que sea
más llena aún de afecto nuestra vida
pero más desolada nuestra muerte."

("A qui estima Gilbert Grape?"

Al cinema, un dissabte cap al tard,
la pel·lícula alhora tendra i dura
d'un noi deficient i el seu germà.
Agafats de la mà a la sala obscura,
la vostra mare i jo vàrem plorar
sota el pes de tants anys d'aquesta angúnia
per la mort, que és encara més injusta
quan queda enrere nostre un desempar.
Recordeu-nos feliços: ho hem estat.
Els ulls desemparats de la Joana
ens han deixat la mort més desolada
i més plena d'amor la nostra vida."

Estació de França, Madrid 1999.)

5 de septiembre de 2010

5 de septiembre de 2010: los novios de nuestras hijas


Cuando tu hija llega a la adolescencia y aparece la figura del "amigo", "compañero" o "novio" uno se da cuenta, rápidamente, que la ley de la entropía se cumple irremisiblemente. El segundo novio hace mejor al primero, el tercero al segundo, el cuarto al tercero y así sucesivamente. La cadena de acompañantes que merodean por la vida de tu hija y, lejanamente, por la tuya, sigue una espiral descendente. Al final, uno no recuerda los nombres de casi ninguno pero sí la impresión de que los primeros, o el primero, eran una delicia comparado con el que finalmente se sienta, un día, a comer en nuestra mesa y se bebe aquel vino californiano que teníamos guardado para una ocasión especial que nunca pensamos sería ésta.

4 de septiembre de 2010

4 de septiembre de 2010: de la singular ética de la "okupación"


A riesgo de herir alguna sensibilidad políticamente correcta uno debe ser justo y señalar que hay cosas que más que no entender, que tampoco, le molestan desde hace algunos años y cada vez más. Será cosa de la edad.

Ayer regresaron de sus merecidas vacaciones los okupas de mi calle. Un poco tarde pero como uno no sabe cuál es exactamente su ocupación, aparte de la loablemente revolucionaria de combatir la especulación y el capitalismo rampante mostrando las contradicciones sistémicas que surgen al hacerse por las buenas con un bonito domicilio con patio, pues seguramente justo a tiempo de reintegrarse a sus tareas. Llegaron con sus uniformes habituales, sus móviles y, una de las féminas, con un iPod de última generación, pues una cosa es la okupación y otra el libertinaje.

Volvieron a llenar su piscina de plástico, pues una cosa es la okupación y otra el libertinaje, y nos deleitaron con su contribución a la expansión de la música por el vecindario.

Nada que objetar salvo por un detalle. Durante este largo mes y medio de vacaciones que han disfrutado, la casa okupada ha estado cerrada a cal y canto para evitar que cualquiera pudiera entrar en ella sin permiso, pues una cosa es la okupación y otra el libertinaje. Y como ya pasó a propósito de la Taschele de Berlin y de los anteriores okupas que "tomaron" la casa contigua a la que actualmente ocupa uno, como ya relataré en la crónica del viaje estival, me han vuelto a asaltar las dudas. Si uno piensa que la mayoría de los empresarios, banqueros, ejecutivos y políticos, no son más que simples parásitos que viven gracias al trabajo ajeno y a la opresión de una mayoría de asalariados, ¿quedan demasiado lejos de ellos estos sujetos que una vez okupada una casa ya hace casi diez años al gozar de sus merecidas vacaciones como cualquier pequeño burgués cierran el domicilio a cal y canto para que a cualquier indocumentado no se le ocurra mancillar su "propiedad"? ¿Si no pagan luz, ni agua, ni gas, ni contribución urbana, ni hipoteca o alquiler, mientras la gran mayoría de los asalariados deben hacerlo ahogándose, a veces, para llegar a final de mes o dar una educación decente a sus hijos, de verdad alguien se puede creer que se está combatiendo revolucionariamente contra el sistema capitalista y la especulación inmobiliaria?

Pues eso, que hay determinadas actitudes incoherentes o moralmente laxas que, con el tiempo, soporto menos hasta disponer mi ánimo de un modo escasamente benévolo hacia ellas.

3 de septiembre de 2010

3 de septiembre de 2010: Fignon y Wittgenstein


Anteayer por la tarde volvía a casa después de encontrarme con mi amigo Rais cuando al pasar delante de una taberna inglesa vi por la tele unas imágenes del Tour del 89. Era Laurent Fignon en la primera parte de la última contrarreloj, aquella que perdió ante Greg Lemond y que decidió la ronda ciclista para este último por sólo 8 segundos. Supe de inmediato que había muerto, así mientras continuaba mi camino. No recordaba, aunque supongo que mi inconsciente sí, que uno de los ídolos deportivos de mi juventud padecía un voraz cáncer de páncreas desde el año pasado y que estaba sentenciado.

En el estudio repasé la prensa y leí unas declaraciones realizadas en junio de 2009, poco después de anunciar su enfermedad, en las cuales decía: "no tengo ganas de morir, pero no tengo miedo. No soy especialmente valiente ni tampoco miedoso. Ni tampoco, en absoluto, religioso. He sido joven y despreocupado, y ha sido maravilloso. Por eso no tengo miedo a morir. Si esto se acabara enseguida, no lo lamentaría en exceso. He vivido una buena vida".

Y pensé en lo que Rais y yo habíamos comentado a propósito de la frase de Wittgenstein en su lecho de muerte: "Decidles que mi vida ha sido maravillosa". Esa frase que, para ambos, se convirtió en el objetivo ideal de la actitud a lograr ante la desaparición absoluta y que, hoy día, manteniéndose como el máximo logro de una vida y una muerte, conociendo la vida de Wittgenstein, empezamos a sospechar que se trató de una provocación. Como dijo Rais: "Después de la vida de mierda que había tenido, lo dijo para joder, seguro, para joder a todos los que le habían jodido".

Quizás sea verdad y también fuera el caso de Laurent Fignon.

2 de septiembre de 2010

2 de septiembre de 2010: del uso pedagógicamente perverso de la poesía (y III)


Visto lo visto, probablemente la poesía consista en algo más que dividir en líneas un párrafo de prosa como muchos se empeñan en decir pero uno se teme que también consista en algo más que contar sílabas y rimarlas o relacionarlas métricamente.

Quizás la narratividad y la poesía estén reñidas pero, como ilustra el poema-bando de las fiestas de Gracia de 2010, probablemente la rima y la poesía también lo estén en ocasiones.

1 de septiembre de 2010

1 de septiembre de 2010: del uso pedagógicamente perverso de la poesía (II)


En el poema están presentes los tópicos de la corrección política y, por tanto, las píldoras del mapa ideológico hegemónico, así como las instrucciones y advertencias de cómo debería llevarse responsable y cívicamente la fiesta, sometidos a las restricciones de la rima pero sin perder ni un ápice de su carácter institucional. Una excelente muestra de cómo un poema puede no contener apenas nada poético o servir a fines marcadamente extrapoéticos aun manteniendo un exquisito respeto por la forma poética.

En el poema encontramos, por una parte, una saturación de elementos que deben dibujar, implícitamente, la representación imaginaria del modelo de fiesta que pretende la Administración -progre, respetuosa, intercultural e integradora, que es lo que rinde más beneficios económicos hasta que no los rinda y la interculturalidad se decrete peligrosa en la "Fortaleza Europa"- y, por otra, la prescripción amistosa de la normativa que debe regirla.

Así, encontramos en la construcción imaginaria de la fiesta, la referencia a los gitanos del barrio como corresponde al tópico de la integración; a la rumba como ejemplo de "mestizaje" o al menos eso se repite siempre en la televisión catalana; a los elementos básicos del folklore catalán ("gegants", "castells"...) que todos hemos de contemplar porque da unidad a la diversidad; a la gozosa interculturalidad (La Maria sale con Jairo, no con Manuel); a la venerable tercera edad a la que siempre se debe citar retóricamente (el Toni que antaño bailaba valses); etc.

Y en la prescriptiva, las normas que, cariñosamente, el Ayuntamiento se ve en la obligaciónde recordarnos: a las dos concluyen los conciertos ("a les dues a fer nones"), no se debe orinar en la vía publica ("Els orins a les cabines") ni tirar latas ni botellas ("llauna i vidres al seu lloc") ni dañar las decoraciones de las calles (no hay que decir que Barcelona se ha llenado este año de carteles recordando las multas por mear en la calle o que la mayoría de las calles habían contratado seguridad privada para proteger las decoraciones típicas de la fiesta), etc.

Todo ello aderezado con las recomendaciones paternales del Gran Panopticon del Estado: utilizad los transportes públicos (y pagadlos, por supuesto), protegeos de los petardos y los espectáculos de fuego para no sufrir daños que luego la deficitaria Seguridad Social debe abonar...

En fin. Para ser justos, con todo, hay que decir que al final se le cuelan al vate de turno dos estrofas "marcadamente" poéticas: la imagen del corazón latiendo, del disfrute y, especialmente, estos versos que le servirían a todos aquellos amantes de la poesía como lo otro de la narratividad para mostrar que la forma obliga incluso a lo no poético a mudarse en poético:

"Somiarem que aquí la gent
d’una ampolla en fa una flor,
d’un retall un guarniment,
d’una idea una il·lusió."

("Soñaremos que aquí la gente
de una botella hace una flor,
de un retal una guirnalda,
de una idea una ilusión").