28 de octubre de 2010

28 de octubre de 2010: mi amigo Rais, Berkeley, Husserl y el sentido común (II)





Pues bien, querido Rais, protesto cariñosamente. También podría ir uno más lejos que Sokal y postular una ontología más fuerte y afirmar una epistemología moderada o al revés. Tengo la firme convicción de que podemos y debemos tratarlos como órdenes distintos.

Así, el argumento de la verdad "fuerte" sobre los límites de la capacidad de salto de un Homo Sapiens es aceptable tanto en el marco de una ontología débil como en el de una fuerte.

Tan sólo sería inaceptable, y aquí viene el problema de la cita final de Berkeley, desde el solipsismo, el escepticismo radical o el relativismo absoluto y hay buenos motivos para desdeñarlos sin por ello entregarse, necesariamente, a ese mundo en el que "por fin podemos tocar las cosas y ser algo diferente de ellas y así poder vivir una realidad en la que nuestra vida no sea un sueño, ni un signo azaroso de una escritura sin autor".

Aunque, todo sea dicho, podríamos entregarnos a ese mundo -de hecho lo hacemos cada día a todas horas-, porque tocarlas las tocamos (y negarlo contradice el sentido común, la intersubjetividad, y sólo puede realizarse desde posiciones solipsistas, escépticas o absurdamente relativistas) y uno tiene la impresión de que somos algo diferente de esas otras cosas que hay en ese mundo aunque sólo sea porque la mediación lingüística ha sido "tematizada" por los humanos y no por los guijarros, las glicinas o los escorpiones.

De todas maneras, en aras a la moderación y al consenso uno no se va entregar así como así a ese mundo de cosas allende los signos.

Mas, también contra la afirmación de Berkeley cabría oponer la de Husserl: "Toda conciencia es conciencia de algo". Si afuera no hubiera nada más que lo percibido, incluso en su sentido más amplio, apañados iríamos.

Primero, porque hay construcciones imperceptibles (el universo, la clase social, el cuerpo como unidad, nuestra misma mente...). Segundo, porque, llevado al último extremo, es la base del solipsismo y éste, en cuanto tal, es aporético. Esta misma conversación interbloggera debería rebatirlo y, sin embargo, jamás lo podrá hacer con lo cual nos priva de una base para algo que, efectivamente está sucediendo gracias a la mediación lingüística: que estamos debatiendo. Y tercero, porque el vínculo entre ser y percepción es, en sí mismo, tan indemostrable como lo era la existencia del mundo para el obispo.

Para entendernos. "Ser es ser percibido" tiene el mismo rango ontológico que la afirmación "ser es ser verde". En ambos casos se precisa un tertium que aseguraría la validez de la relación. Dios en el caso de Berkeley. Uno mismo en el caso de "lo verde". No es necesario seguir. Las aporéticas del solipsismo, del escepticismo radical y del relativismo absoluto creo que pueden dejarse de lado a estas alturas de la tradición filosófica. De hecho las tesis de Berkeley hace muchos años que no son, prácticamente, objeto de debate en la Historia de la Filosofía.