4 de febrero de 2011

4 de febrero de 2011: y una última nota sobre culpas colectivas


Uno no ha podido resistirse a dejar constancia de un par de descripciones que Giles MacDonogh realiza en su libro y que ayudan, una a seguir interrogándose sobre la metodología de la atribución de la "culpabilidad colectiva" y la otra a introducir más elementos de juicio en el sempiterno debate acerca de la singularidad de la destrucción de los judíos europeos a manos de los nazis.

Respecto a esta última y a la singularidad de lo acontecido, MacDonogh muestra un ejemplo de cómo las a veces consideradas "únicas" prácticas nazis fueron utilizadas en otros momentos de nuestra historia, concretamente después de la guerra en Checoslovaquia:

"Se adoptaran medidas que imitaban conscientemente las tomadas por los alemanes coontra los judíos: sólo podían salir a la calle en determinados comomentos del día; estaban obligados a portar brazaletes blancos que, a veces, tenían estampada una 'N', de la palabra checa Nêmec, 'alemán'; se les prohibía utilizar el transporte público o caminar por las aceras; no podían mandar cartas ni ir al cine, al teatro o al bar; tenían restringidos los horarios para comprar comida, y no podían poseer joyas, oro, plata, piedras preciosas, aparatos de radio o cámaras. Se les proporcionaron cartillas de racionamiento, pero no se les permitía adquirir carne, huevos, leche, queso o fruta. Los alemanes debían estar también dispuestos a trabajar como esclavos en granjas, en fábricas o en minas" (p212)

Por lo que hace a la primera recoge uno un par de fragmentos sobre la suerte que corrieron algunos de los alemanes que vivían en Checoslovaquia unos implicados en el régimen nazi y otros no:

"Siegel tubo posteriormente la oportunidad de echar una ojeada a la celda 50 en una de sus rondas. Descubrió que la edad de sus ocupantes oscilaba entre los 16 y los 18 años, y al parecer eran miembros de la SS. A muchos de ellos les habían amputado recientemente las piernas o tenían las articulaciones dislocadas. Se les habían desprendido los vendajesy sus muñones estaban infectados" (p246).

Eran probablemente SS, jóvenes pero SS y la culpa colectiva, como ya sabemos, no distingue edades, no puede distinguirlas.

De los casi dos millones de alemanes que residían en Checoslovaquia, y que presumiblemente no eran todos y cada uno miembros de las SS, la Wehrmacht o del partido nazi, "se estima en casi un cuarto de millón de alemanes de Bohemia y Moravia (el número de los) que murieron a manos de los checos" (p253).

Por último, un detalla sobre la represión soviética en Königsberg (actual Kaliningrado), capital de Prusia Oriental: "De 73000 ciudadanos de Königsberg vivos en junio de 1945 solamente 25000 superaron la experiencia. Hermann Matzkowski, un harinero comunista al que los rusos habían colocado al frente de la alcaldía del barrio suburbano de Ponarth, informó de que, durante el mes de mayo, 15000 habitantes de Königsberg habían desaparecido o muerto en la prisión principal. El 20 de junio, un millar de personas fueron decapitadas en su presencia" (p265).