28 de octubre de 2011

En torno a Miłosz (IV)


d) y, finalmente el filosófico: de poetas filósofos están las enciclopedias y las antologías llenas. Ahora bien, una cosa es practicar la reflexión filosófica en verso (y aparte de Parménides nadie lo ha hecho con una cierta decencia) y otra trufar de autores, pálidas reflexiones o sofismas unos poemas. Miłosz, se teme uno, pertenece a esta segunda clase. Y pasa lo que pasa. Si se pretende dar lecciones morales y categorizar hay que ir con cuidado y, o bien, someter la forma a la exigencia rigurosa de la reflexión o tomarse las cosas con calma y moralizar menos.

Afirmar, por ejemplo (en "En Szetejnie") que "Tan sólo se sabe que hay el pecado y el castigo, digan lo que digan los filósofos" se aviene mal con ese supuesto temperamento filosófico. Bien, puede ser una concesión retórica, poética, pero resulta un poco incongruente con el espíritu filosófico (si es que existe tal espíritu). ¿No se puede medir con criterios filosóficos a un poeta? Pues depende. ¿Y si realiza afirmaciones marcadamente filosóficas?

Entendámonos. Se puede decir, como en la "Conferencia IV" de Crónicas que "El auténtico enemigo del hombre es la generalización", además en un bellísimo poema, -tal vez filosóficamente el mejor- en el que se contrapone la finita singularidad de una pequeña bibliotecaria que murió al derrumbarse un edificio y que agonizó durante días con la magnitud de la Historia y, especialmente, de la Historia concebida, al modo marxista, como ley y necesidad.

Lo que resulta filosóficamente rechazable -que no poéticamente pero una parte del prestigio de la poesía de Miłosz recae en su contenido filosófico- es afirmar esto e incurrir constantemente en generalizaciones groseras por muy poéticas que sean como las que realiza sobre la naturaleza de la poesía en "¿Ars poética?". Se argüirá en su descargo que estos dos textos pertenecen a épocas distintas, a contextos históricos, estéticos y estilísticos diferentes y que no se pueden contraponer tan bastamente. Se argüirá y se tendrá toda la razón. Pero tampoco ésta le faltará a quien juzgue la talla filosófica de un poeta con criterios filosóficos a no ser que empecemos con la jerga heideggeriana y acabemos mezclando poesía y filosofía: mas es que si así fuera, si fueran indistinguibles, peor aun para el pobre Miłosz y mejor para Hegel...