13 de enero de 2012

Crisis y ciclos


La memoria de uno almacena otros escenarios de crisis tan profundos como el actual y con parecidos tonos apocalípticos. Finales de los ochenta, mediados de los noventa, por ejemplo. En el primer caso, el apocalipsis casi se consuma el 23 de febrero de 1981. En el segundo, el período 1993-1996, uno lo guardaba como especialmente penoso pero no estaba seguro. Releyendo El día en que dejé de leer El País de Riechmann, se reconoce la gravedad de la situación económica y política y la existencia de un estado de ánimo apocalíptico que empieza uno a pensar que bien pudiera ser consustancial a las sociedades occidentales criadas bajo la losa de la soteriología cristiana plasmada ejemplarmente en el libro de Juan que cierra la recopilación llamada "Biblia" y que la persistencia de la noción de crisis en la Filosofía contemporánea (desde Dilthey hasta Spengler o Husserl por ejemplo) certificaría.

Respecto a las crisis... Quienes crecimos con los catecismos de Ernest Mandel y compañía tendemos a pensar que son cíclicas, meros episodios de reestructuración del modo de producción capitalista y que del sólo hecho de la crisis objetiva, sin mediar la voluntad subjetiva de poner fin a la situación, no se puede deducir ningún final endógeno del orden de cosas existente.