15 de marzo de 2012

Buena voluntad, literatura y acero


Pruebe uno a hacer el siguiente experimento. Henchido de buena voluntad y medianamente bien dormido dispóngase a disfrutar de unas inesperadas horas libres a cambio de un sábado de trabajo extra con viaje incluido. Mediodía, marzo primaveral y una antología (Campo abierto) de Seamus Heaney, traducida por Vicente Forés y Jenaro Talens, para rodearse de algo de belleza, de fragmentos de lo que podría ser una vida mejor, entre hibiscos, glicinas que comienzan a brotar, hiedras jóvenes, ficus y demás bajo un cielo que comienza a alejarse y desprenderse de su atadura invernal.

Y ahora, cuando todo esté dispuesto según el orden que debe predisponer al goce estético, empiece la lectura. Encuentre una extraña traducción por casualidad porque, pese a que la edición sea bilingüe, uno confía en los traductores:

"Rain and hay and woods on the air Made warms draughts in the open car" (p44)

Escribe Heaney en "Night Drive" y los traductores vierten la siguiente versión:

"lluvia y heno y bosques en el aire
creaban cálidas corrientes de aire en el coche abierto" (p45).

Dude uno que la traducción sea afortunada por ese "corrientes de aire" que, además de la impropiedad, redunda con el "en el aire" del verso anterior. Sin embargo, como lleva pocas páginas, el sol recorre los brazos pálidos y está tentado de traer una cerveza o una copa de vino dígase a sí mismo que a ver si uno lo haría mejor, que errores los hay en todos sitios y que, en cualquier caso, seguro que cualquiera de los traductores podría enmendarle la plana con una buena argumentación al respecto.

Siga leyendo y perciba un fragor creciente al que antes no había prestado atención: ruido de planchas, picado para revocar, chirriante despiece de baldosas... El edificio que lleva más de dos años construyéndose en las proximidades y que se desprendió de la lacerante grúa de acero el anterior verano tras trasladarla a nuestro interior, sigue su incansable generación. Pruebe a mantener la concentración en Heaney cuando se descargan grandes cantidades de materiales, con el inevitable ruido ensordecedor, justo cuando se avanza hacia "Summer Home" y sienta como el acero se afila y se muestra como su segunda piel.

El resultado difícilmente será otro: levantarse, dejarlo correr, abandonar la benevolencia hacia los traductores, leer sin embellecimientos y recordar que para disfrutar al modo burgués del arte hay que ser, efectiva y empíricamente, un auténtico burgués o, como mínimo, controlar las variables del entorno suficientes para que la ilusión no se desvanezca. Si eso no es posible, a leer como siempre hemos leído: sin ornamentos, ni orden de los elementos.

Tan sólo las palabras y el mundo hostil alrededor.