1 de marzo de 2012

El futuro fotografiando al pasado


El Mobile World Congress de Barcelona se celebra en "La Fira", a los pies de la montaña de Montjuïc. Sus largos brazos se extienden hasta el Estadio Olímpico, casi un par de kilómetros más arriba y también hacia la ladera suroeste donde entrena Marc con su equipo de American football.

Uno aprovecha las horas de entrenamiento de Marc para bajar al cercano Caixa Fòrum y trabajar o leer en su cafetería. Ayer era imposible: la multitud de ejecutivos (ellos con traje azul marino de cara factura, sonrisa autosuficiente y bolsa de viaje, ellas con blazer sencillo pero de precio desorbitado, bolso de Carolina Herrera o similar y corte de pelo de peluquería exclusiva) inundaba las proximidades a la espera de sus transportes de empresa. Como curiosidad tropológica indicativa de cómo pueden ir las cosas actualmente en la geopolítica del capitalismo global, la flota de Eriksson se componía de varias furgonetas, la de la china Huawei de más de una decena de Mercedes Clase C...

Como no podía llegar en coche, aparqué y caminé por las inmediaciones con ánimo antropológico. Había decenas de policías locales regulando el tráfico y de serviles ayudantes guiando a los habitantes del espacio de flujos hacia sus transportes insonorizados de vidrios tintados desde donde pueden recorrer ese mundo fluido del que habla Manuel Castells. Un mundo que transcurre entre hoteles, aeropuertos y recintos cerrados y que se alimenta de productos internacionales que superan las tradicionales barreras del espacio -el lugar de la producción- y el tiempo -la época natural de cosecha, pesca o caza.

Tanta presencia policial le pareció a uno extraña. Saqué mi smartphone para estar a la altura de mis vecinos ("donde fueres haz lo que vieres") y comprobé que, a pocos centenares de metros, grupos de estudiantes y manifestantes procedentes de las concentraciones de protesta del mediodía "ocupaban", según la prensa, la Plaza de España. Me dirigí hacia allí. Más policías, gritos, evidente tensión y alguna carrera me disuadieron de llegar hasta el núcleo del conflicto pero es que, además, una escena me dejó perplejo y me retuvo: varios ejecutivos fotografiaban, con sus móviles de última generación, los incidentes como quien retrata una curiosidad arqueológica o antropológica, como quien deja constancia de la existencia de un pueblo primitivo.

El futuro fotografiaba al pasado. El mundo líquido, el mundo de la evolución y el progreso congelaba una imagen del mundo sólido que creen desaparecido, del mundo antiguo que algunos se empeñan en conservar para exhibirla como vestigio ante sus conciudadanos. Me di la vuelta y volví a subir montaña arriba: ese mundo líquido nos gobierna ahora pero están muy equivocados sus habitantes si piensan que el futuro se plegará ante ellos como una alfombra roja.