11 de septiembre de 2012

Y aun más sobre "La educación prohibida" (y III)


Finalmente, la tercera gran objeción contra el pastel pedagógico constructivista sería la notoria contrafacticidad de sus tesis de más bajo nivel, más "observacionales". Es decir, la contradicción entre ellas, el sentido común y los hechos intersubjetivamente asumibles como evidentes por una comunidad.

Un ejemplo sencillo servirá más allá de estadísticas, informes internacionales, etc. La ínclita Irene Balaguer, conspicua representante del paradigma logsista que se acoge al la salsa contructivista y presidenta de la asociación Rosa Sensat, a la salida de un debate con un representante del sindicato del que formo parte, en el que exhibió una irritante actitud cavernícola ejemplificando hasta el extremo el cliché de "progre" reaccionaria que con tanto acierto ha difundido la extrema derecha mediática, le espetó algo así como: "No hace falta enseñar tantos contenidos. ¡El principio de Arquímedes lo descubren los niños por sí solos!". La respuesta de nuestro compañero fue simple y obvia: "Pues Arquímedes tardó unos añitos en descubrirlo...". No añadió nada más a la majadería que había tenido que soportar. ¡La de miles de años que la marina mercante ha perdido porque la humanidad no se ha apercibido de ello!

Bien, la contrafacticidad del ejemplo es clara y los pueblos primitivos que lo desconocen y que no han desarrollado comunicación marítima de cierto nivel lo atestiguan. Mi hijo también. Si, por contra, estamos hablando de culturas que lo conocen está claro que si un niño llegara a su formulación por sí solo (!!) es porque existe algún mecanismo de enseñanza-aprendizaje o transmisión de conocimientos no una simple autoemulación de procesos observados en el entorno.

Y es que, aunque sería muy largo y merecería una argumentación más cauta y desarrollada que al que uno puede ofrecer ahora, lo que está detrás de la memez dicha por la señora Balaguer es la mala digestión del principio constructivista elaborado por los biólogos Maturana y Varela que el teórico de la literatura S.J. Schmidt simplifica de esta guisa: los sistemas vivos complejos, como los humanos "son capaces de interactuar recursivamente con sus propias situaciones internas, es decir, de observarse a sí mismos y de ese modo desarrollar su auto-conocimiento. Por otra parte, los sistemas nerviosos cerrados constituyen la base para que los sistemas vivos puedan relacionarse sólo con sus propias situaciones. El sistema nervioso coordina actividades de captación y de reacción y representa el mundo de nuestras experiencias, ciertamente, dentro del sistema cognitivo" de forma que "los sistemas vivos con sistemas nerviosos cerrados no copian el mundo exterior; construyen modelos de mundo exterior (‘modelos de realidad’) en el transcurso de eficaces intercambios con su medio y con otros sistemas vivos" (Teoría Empírica de la Literatura, p19).

Es decir, una aplicación torpe de este discutible tesis constructivista puede lleva a decir que cualquier humano (un niño que apenas sabe leer ni escribir) puede reproducir cognitivamente los modelos que otros sistemas vivos utilizan en su interacción con el exterior (el principio que Arquímedes propuso)  sin salir, de facto, de sí mismo, sin ayuda de otros. 

Sin embargo, uno cree que no es eso, en absoluto, lo que Maturana, Varela o Luhmann afirmarían respecto a la enseñanza... De hecho, Luhmann, por ejemplo, realizó notables aportaciones a la teoría educativa lo cual sugiere que la autopoiesis no significa autosuficiencia ni desarrollo interno de esquemas innatos.