18 de marzo de 2013

Crónica de la Nueva Edad (18/03/2013)


El miércoles 13 el Parlament votó una resolución presentada por el PSC para pedir que la Generalitat inicie un diálogo con el Gobierno central con el objeto de celebrar un referéndum en el que se ejercite el derecho de la ciudadanía de Catalunya a decidir. En estos meses en que unionistas y secesionistas no están para matices o detalles hay que decir, en honor a la verdad, que no es, como unos dicen, un apoyo al proyecto secesionista de CiU y ERC, ni tampoco, como los otros señalan, una nueva demostración de la mayoría clara por el "derecho a llevar a cabo la secesión". No se trata, ni mucho menos, del mismo texto que votaron en aquella jornada "histórica" de hace unas semanas, CiU, ERC, ICV y una parte de la CUP que establecía una nueva soberanía al margen -o más allá, como se quiera- de la legalidad vigente. Es este "detalle" el que todos parecen querer olvidar, empezando por Mas y acabando por Chicharro o empezando por Chicharro y acabando por Mas. Es justo reconocerle al PSC el esfuerzo de prudencia y racionalidad que está haciendo y su tarea de mediación y prevención del choque de trenes que se está produciendo. No es nada fácil en estos tiempos. Y lo dice alguien que juzga su labor en la Catalunya de estos últimos años como pura y simplemente nefasta. Sin paliativos.

Mientras esto sucede, el entrañable Vicent Partal, desde su peculiar COPE de izquierdas secesionista empieza a mostrar signos de impaciencia: "el govern encara no ha demanat al govern espanyol que es fes la consulta ni ha creat el consell de la transició nacional. S'havia anunciat que totes dues mesures serien immediates, i som al març" ("El gobierno aun no ha pedido al gobierno español que se haga la consulta ni ha creado el consejo de la transición nacional. Se había anunciado que ambas emdidas serían inmediatas, y estamos en marzo"). El pobre parece que está empezando a sufrir de ansiedad. Como Vidal-Quadras...

Y, al otro lado de la barrera, P. un amigo con quien el otro día mantuve una charla telefónica, piensa todo lo contrario y suspira por que "el estado haga algo, ya". Según él, no es "españolista". Dice que, simplemente, no es "nacionalista". Pero su aparente equidistancia dura el tiempo de comentar el asunto del futuro estatuto del castellano en Catalunya. Tiene claro que el futuro estado catalán lo marginará e incluso lo prohibirá y que él tendrá que volverse a España. Pero a la pregunta de "¿cómo va nadie a perseguirte por hablar castellano con tus hijos o tus amigos?" responde que no se trata de eso sino de que el castellano estará proscrito de la vida pública y debería ser, como mínimo, lengua cooficial. Como ahora (pobre Vicent Partal, si le oyera...). Y, al final, resulta que los matices se disuelven y la equidistancia se suprime en la forma de la preservación del statu quo: "quedémonos como estamos que esto está bien así". Se lo hago notar y espeta un "Bueno ellos quieren la independencia, ¿no? Pues yo no. ¿Es que no puedo querer que Catalunya forme parte de España?". Sí, hombre sí...