20 de septiembre de 2013

Crónica de la Nueva Edad (20/09/2013)


Aunque uno insiste en que, contra las esperanzas de un unionista moderado como F., la evidencia de que a Catalunya, como estado independiente, le espera un pequeño via crucis de reconocimiento internacional que pasa por el Consejo de Seguridad de la ONU, la Asamblea General y luego la Unión Europea (suerte del apoyo sin fisuras de Letonia), no supondrá un cambio perceptible en la actual dinámica del movimiento, la reacción deplorablemente falta de talla intelectual de dirigentes como el president Mas o su canciller en la sombra, Junqueras, está provocando el distanciamiento de algunos de aquellos que se han alineado cerca del secesionismo manteniendo una cierta distancia sentimental. R., por ejemplo, que acostumbra a profesar un liberalismo crítico, casi siempre ha sido más bien proclive a aceptar racionalmente los argumentos secesionistas. Sin embargo, últimamente se desmarca cada vez con más rotundidad de lo que considera una aventura encaminada a convertir Catalunya en un "batustan" pues eso, y no otra cosa, es lo que sería si, sirviéndose del euro, permaneciera fuera de la Unión Europea. La ausencia de un planteamiento racional, equilibrado y sensato de secesión le está alejando del núcleo duro y fanatizado del movimiento que está convirtiendo descaradamente la independencia en un fin y no un medio: en un puro fetiche.

No obstante, es dudoso que la fuerza del secesionismo mengüe en absoluto por la constatación de que el cuento narrado por el president Mas y sus asesores no sea más que eso, un cuento. ¿Cuándo ha sido un impedimento para la acción política radical la fundamentación fantasiosa y literaria? Más bien al contrario...