1 de diciembre de 2013

Crónica de la Nueva Edad (01/12/2013)


La apuesta secesionista resulta interesante desde muchos puntos de vista. Filosóficamente, la observación de los acontecimientos sociales siempre puede servir para avalar conjeturas sobre la conducta humana o bien para refutarlas.

Así, entre los aspectos que se ponen en juego en este envite a uno le atrae especialmente el que se refiere al papel de ciertas retóricas en las agregaciones y desagregaciones de grupos humanos. Simplificando, en este caso se trata de ver qué puede ser más efectiva en la generación, mantenimiento y reproducción de organizaciones sociales de cierto tamaño que, por analogía, podrían trasladarse a otras de dimensiones menores o mayores: la retórica del entusiasmo o la del miedo.

No es que se trate de que el resultado del referéndum de autodeterminación, o su celebración o su cancelación, nos sirvan como referencia para decantarnos por la posición de Hobbes o la de Rousseau y concluir que las sociedades humanas se fundamentan en el miedo o en el entusiasmo. "Miedo" y "entusiasmo" son nociones psicobiolológicas que se pueden aplicar a individuos. En términos de grupos o clases sociales parece difícil utilizarlas y menos aun abstraerlas y universalizarlas para grandes colectivos o para la "sociedad humana" en general.

Ahora bien, y siempre en concurrencia con otros muchos factores, los efectos que las retóricas del miedo o del entusiasmo tengan en la evolución de este caso pueden ser útiles para juzgar qué es más eficaz, siempre teniendo en cuenta el tamaño, la estratificación, la homogeneidad, etc. de la organización humana de la que se trate, para asegurar, por ejemplo, su consistencia y duración o bien para promover su aparición y cohesión.