19 de marzo de 2014

"El principio esperanza" (y III)


De todas maneras, más allá (y más acá) de las fuentes de la culpabilidad por una lectura incompleta quedan algunas ideas que a uno le han parecido interesantes aunque haya sido, en muchos momentos, más la brillantez y agudeza de algunas expresiones que la "explanación" sistemática o clarificadora de algunos conceptos lo que ha quedado retenido en la memoria.

El principio del inacabamiento del ser, tanto en en el plano óntico (las "cosas") como en el ontológico (aquello común a las "cosas", su "esencia") que emparenta a Bloch tanto con la tradición judía de la cábala como con el pensamiento del segundo Heidegger o de Derrida, resulta sumamente fértil para fundamentar la relevancia de lo utópico no sólo como proyecto, plan o constructo mental, sino como aspecto "esencial" de lo que es.

Lo utópico entendido al modo de futuro no dado aunque sí anticipado es constituyente tanto de la naturaleza como del hombre y la sociedad. Este carácter fundamental de lo "todavía no" mas pre-anunciado justifica y explica la irrupción de lo nuevo y descarta cualquier mecanicismo ramplón que anticipe el futuro como lo inevitable a partir de lo existente.

Si nada está dado de una vez por todas de forma inmutable, las anticipaciones no dejan de ser eso, prefiguraciones, protenciones que pueden tanto cumplirse como no cumplirse. El fin utópico del "sumo bien" podrá seguir siendo una aspiración irreductible pero su realización no está prometida en absoluto sino que el riesgo de la aniquilación, de la pura nada, tiene los mismos derechos que el logro del ideal máximamente verdadero y bueno.

De conformidad con ello y con la relación entre lo "por venir" y "lo dado" debe distinguirse entre la docta esperanza y la ilusión: sin la mediación de lo existente, lo anticipado utópicamente puede ser simple y vana ilusión y el optimismo que lo acompañe una mistificación. Sólo la aniticpación utópica a partir de lo dado, como tendencia, por ejemplo, convierte la esperanza en lo utópico en algo más que un delirio. Utopía sí pero con anclaje en lo dado, en lo real no como pura negación de lo existente.

Por último, dos notas más de aire más bien subjetivo: una positiva y otra menos.

Un aspecto secundario pero francamente interesante que convendría trabajar es la idea expuesta por Bloch, aunque sólo tangencialmente y que no se explora lo más mínimo en El principio esperanza, de que la actualización de la obra de arte es, siempre, fragmentaria, parcial, no total, ni íntegra. Se actualizan fragmentos, porciones, segmentos pero no la obra de arte en su totalidad como tal;

Otro no menos ilustrativo pero que a uno le produce auténtico disgusto: la "izquierda rosa", esa izquierda pijprogre más preocupada por los derechos civiles que por la redistribución de la riqueza y los medios de producción, bebe, y mucho, de Ersnt Bloch: demasiado...

P.S: Resulta difícil resistirse a la todavía patente actualidad de afirmaciones como estas:

"Se sabe muy bien que los hombres quieren ser engañados, pero esto no solo porque los tontos están en mayoría. Sino porque los hombres, nacidos para la alegría, no tienen ninguna y gritan pidiendo alegría. Solo esto es lo que hace a veces a los más listos ingenuos, inocentes caen en la trampa del brillo, sin que haga siquiera falta que el brillo prometa oro: puede bastar solo con el brillo. El loco con la pena es cuerdo, pero pronto el afán trabaja de nuevo, y se espera que esta vez no va a ser uno engañado" (El principio esperanza, I, trad. de p332)

Hay fuágos artificiales capitalistas muy hábiles, y no solo desde el aspecto óptico, con los cuales el mundo socialista apenas puede competir. Pero después de todas las serpentinas de fuego, coronas, bombas venecianas y la reina de la noche llega la gran cañonada, y ella es el clou como la terminación del asunto. Todo lo que el capitalismo alimenta con el happy-end, negocios como nunca, Gran Alemania, América first, incluso keep smiling, conduce a la muerte (El principio esperanza, I, trad. de p333)