8 de junio de 2014

Escribe Stephan Lebert


"... los criminales sólo tenían miedo a ser descubiertos y condenados. Desde el punto de vista psicológico hay que entenderlo así: el asesino se realizaba en sus hechos; la víctima quedaba destruida por esos hechos en todo lo que quería, y todavía quiere, realizar. Dicho de forma más cínica: torturar tiene muchos menos efectos secundarios que ser torturado (...)

Es muy sintomático lo que cuenta Marcel Reich-Ranicki en su autobiografía... que la primera persona que en la Alemania de posguerra le preguntó, a finales de los años sesenta, por sus vivencias en el campo de concentración, fue una periodista llamada Ulrike Meinhof, la que acabaría siendo famosa terrorista" (Norbert Lebert & Stephan Lebert, Tu llevas mi nombre, trad. de Juan María Madariaga, pp181, 184-185).

Viene muy a cuento, por cierto, de Comida para perros de Gsús Bonilla...