10 de julio de 2014

Apostilla al cierre


Para intentar ser justo con uno mismo y los demás, hay que decir que ni todos los goles de la Mannschaft ni los que marque el próximo domingo pueden atenuar la inconmensurabilidad del padecimiento humano a no ser que los sentidos, la conciencia y el ánimo de uno estén tan embrutecidos que se sea incapaz de percibirlos y valorarlos. Nada puede mitigarlo pero al menos Filosofía y Poesía encaran el hecho ciego y demoledor de nuestra cruenta finitud. Valen más que Klose. Ayer, la madre de una de las compañeras de Marc falleció tras su enésima operación. Un tormento de varios años que la había llevado a vivir confinada en una silla de ruedas, con un solo pulmón, un solo riñón e incontables complicaciones de salud. Habíamos hablado de ella hacía unos minutos cuando nos llegó la noticia: estábamos en la sobremesa. Ante la enormidad del sufrimiento nos quedamos anonadados. Que luego Holanda perdiera, careció absolutamente de interés. Hay acontecimientos importantes y otros que no lo son. De los primeros puede que algunas palabras, asociadas a poetas y filósofos, intenten dar cuenta. De los segundos se ocupan los medios de la sociedad del espectáculo.

9 de julio de 2014

Cerrado por vacaciones


Tiempo escocés sobre Barcelona y días ajetreados: los últimos coletazos del curso y preparativos varios de posibles viajes, cosas de la casa, médicos, etc. Anoche uno pudo comprobar la fuerza del espectáculo: la maravillosa (y anhelada) humillación que la Mannschaft infligió a la pedante y engreída Brasil le hizo sentirse tan contento que durante un  buen rato pareció que bajo el cielo no había otra cosa que la magia de la pelota, la red, la hierba y los jugadores. ¿Poesía? ¿Filosofía? ¿Política? ¿Quién las necesita? Por suerte, la de-formación de uno contribuye a una consumición rápida de los presentes que el capitalismo espectacular nos ofrece y a última hora ya se había desvanecido el hechizo de Klose y compañía y uno se puso a concluir la lectura de Pobreza de Viktor Gómez y atender a los últimos rumores sobre el devenir político previsible en Catalunya del que ya habrá ocasión de dar cuenta en el caliente septiembre que nos aguarda.

Hasta entonces, el verano se presume de playa, dedicado a la re-lectura, y esta vez, conclusión, de À la recherche du temps perdu (los siete volúmenes en mi Kindle), a la continuación de un poemario sobre el que ya lleva uno algunos años trabajando a ratos, a algún viaje si el dinero lo permite y, en lo más inmediato, a una final del mundial que, esperemos, sea contra Holanda y, nuevamente, como en el '74, acabe con el triunfo de la Mannschaft que, más de los que uno creía, muchos desean.

Y, como cada año, es el momento de descansar de este cuaderno hasta septiembre. Que tengan todos los que frecuentan más o menos asiduamente este lugar -los que puedan- unas buenas vacaciones.

7 de julio de 2014

"Otro" viaje a Italia (XV): mezquindades


25 de julio de 2012.

Último día de derecho, que no de hecho, en Florencia. La mañana la empleamos en visitar, por fin, la catedral, Santa Maria del Fiore, con la mirada puesta en la cúpula: en los frescos de Vasari que ocupan su cara interior y en la espectacular estructura arquitectónica, interna y externa (más de cien metros de envergadura), que concibió y ejecutó Brunelleschi.

Tras media hora de cola entramos en la amplia catedral. Nos dejamos la contemplación detenida de la fachada y los laterales para más tarde. Una guía voluntaria que se ofrece para ilustrarnos sobre la construcción gratuitamente (!) nos informa que se calcula que más de veinticino mil personas pueden ocupar el monumento. De hecho, durante siglos fue la catedral más grande de Europa y aun hoy es una de las cinco más importantes de la "cristiandad europea" según la muchacha que nos explica, con paciencia, los pormenores de la construcción así como el ingenio que hubo de poner en juego Brunelleschi para completar satisfactoriamente su propósito. Cuando nos deja solos, Clàudia decide subir hasta lo alto de la cúpula. Uno, que siempre la había acompañado en estos empeños, esta vez desiste: la edad pasa factura y queda todavía el viaje y la estancia en Roma, así que no se ve ahogándose tramo tras tramo de angostas escaleras. Así que dejamos a la joven impetuosa subir y agotarse y aprovechamos en cambio para pasear por la catedral, visitar las tumbas de Giotto y el omnipresente Brunelleschi y entretenernos con la frecuente intervención de la megafonía de control que cuando considera que el volumen de ruido en el interior del templo sobrepasa ciertos límites prorrumpe en una amenazadora amonestación: "¡Silenzo, silenzo per favore, silence please!".

Por la tarde damos un largo paseo que recoge nuestros lugares preferidos: empezamos a media tarde en la Piazza della Santissima Annunziata y concluimos ya de noche ante el Perseo de Cellini a cuyo lado nos quedamos un buen rato observando, y criticando, personas como tanto le gustaba hacer a Bernhard en los cafés vieneses. Al menos, con el recurso a Bernhard parece que se dignifica ese hábito que casi todos practicamos y que no deja de ser, en el fondo, mezquino y desagradable. ¿Lo practicaba también Goethe? En su relato hay sobrados ejemplos, pese a su prudencia y mesura, pero ¿y fuera de las páginas?.

5 de julio de 2014

Poesía latinoamericana (y II)


No pude concluir la lectura de ese Prólogo o Introducción, que no se confiesa como Prólogo ni como Introducción ni siquiera como Presentación sino algo así como un avant-texte, escrito desde el borde, casi desde el precipicio por el que uno cayó despeñado. La incapacidad de seguir adelante hizo que el horizonte de expectativas generado se presumiera anegado por la bruma: poco profundo y trufado de presentamientos negativos.

Sin embargo, lo presentido se quedó en eso: en una anticipación errónea. Pese a la reluctancia que uno siente hacia la poesía experimental, irracional y hermética, que practicó con denuedo en su juventud con tan poco acierto como gracia, en la antología abundan las muestras de que no siempre el ensamblamiento aleatorio y el "a ver quién la dice más gorda" carecen de rigor y generan artefactos desechables sino, bien al contrario, textos magníficos que funcionan. Será que uno envejece a pasos agigantados pero, por ejemplo, poco amante de la poesía visual, los poemas de César Eduardo Carrión y, sobre todo, de Delmo Montenegro me han parecido memorables en su sentido justo: me parecen dignos de ser recordados con placer y gusto. Otros poetas, a medio camino entre el hermetismo y la narratividad también ingresaron en la nómina de autores que escriben textos que uno hubiera deseado ser capaz de escribir: Elbio Chitaro, Edgardo Dobry, Hector Hernández Montecinos o incluso Leon Félix Batista, pese a que unas líneas suyas puedan plasmar casi a la perfección esa poesía de la que uno intenta alejarse. Pese a ellas, repito, los poemas de Batista contenidos en la antología son excelentes. Pero a lo que iba: "Uno queda en nundo, solo, militando en lo confuso, hasta rehacer los hechos [hasta aquí bien]: a la radio fragorosa (proscribiendo el inconsciente) [ay, ay] se le vio extenderse a todo [a quién ¿al inconsciente, a Uno?]: [¿otra vez estos dos puntitos de las narices?] licuefaciendo sillas [¡hala!], volviendo masas voces [¿no falta nada aquí, perdón?]. Oscura luz pillaba, con rudo desbalance..." [en fin, etc.]. Ahora bien, en el conjunto de sus textos recogidos en la antología este párrafo se diluye ante la fuerza y el riesgo de su propuesta.

Y, por supuesto, la presencia de otros extraordinarios poetas más del gusto de uno, y más cercanos, como Dámaris Calderón, Sergio Raimondi, Julián Herbert, Cristóbal Zapata o Rafel Espinosa.

Junto a la molestia y las ganas de responder y someter a crítica, brotaron de la lectura de esta antología sugerencias, "puntos de fuga", ideas... como hacía años que no surgían de una recopilación semejante. Hay que agradecer a aquellos mismos a los que se critica la ceremonia de la confusión teórica el acierto en la muestra de poetas - y poemas - elegidos, así como a los responsables de la colección. Felicidades.

P.S: Está claro que, si se atiende a la experiencia propia, con la edad, la educación del gusto y la capacidad de reconocer lo objetivamente valioso comienzan a consolidarse de tal forma que uno puede llegar a ser capaz de reconcocer aquello estéticamente apreciable en lo más lejano. Seguiré, probablemente, prefiriendo la poesía "narrativa" o inteligible a pesar de que, parafraseando a Eduardo Moga, abunde en ella la sentimentalidad "de garrafón" o, bajo una apología de la nimiedad, la simple y llana perspectiva de "ranas" incapaz de elaboración crítica que denunciaba Ernst Bloch. Pero, poco a poco, me veo capaz de reconocer, en los irracionalistas herméticos y vanguardistas de diverso cuño, más allá de las muchas construcciones fraudulentas o de "todo a cien", la capacidad de construir artificios estética y también conceptualmente, valiosos. Algo tan críticamente fundamental como ensamblar artificios con pretensiones de veracidad.

3 de julio de 2014

Poesía latinoamericana (I)



El último mes ha estado dedicado a la lectura de poesía, por denominarla ligera y superficialmente, "latinoamericana": Vallejo, que uno relee con la vista puesta en un conjunto de poemas sobre los que empezó a trabajar en semana santa, y que por nacimiento y lengua podría ser considerado como tal (o no) y una excitante antología (esa es la palabra en realidad, aunque puesta cerca de "poesía" le hace a uno arrepentirse de usarla) a la que ya me he referido: País imaginario.

Siempre que uno puede compra antologías: es una forma rápida, para un lento lector de poesía, de ponerse al día, de obtener panorámicas (siempre sesgadas) o de ahorrarse la inversión en libros y autores que provoca esa compra azarosa que proporciona, a veces, excepcionales sorpresas, gratificaciones inmediatas (adquiere uno lo que en ese instante le apetece guiado bien sea por la editorial, el nombre, la portada, la edición o el simple hojeo) pero también, a menudo, trivialidades y decepciones que le llevan a arrepentirse a las pocas horas del gasto realizado. La mayoría de las últimas antologías que añadí a la biblioteca fueron poco estimulantes. Más de lo mismo: comodidad, instantes de tediosidad, reconocimiento, corrección, bienestar... pero poco impulso: ni ganas de replicar, ni molestias, ni enfado, ni tampoco apetencia por escribir, sugerencias, hallazgos, puntos de partida...  Fueron antologías de afirmación y familiaridad.  País imaginario, por contra, ha suministrado el ímpetu de la negatividad y la negación, del extrañamiento, con todo lo que ello supone de provocación a la actuación.

Lo primero que cabe decir es que la antología está presidida por poetas que podría calificarse como formalistas, experimentalistas, vanguardistas, irracionalistas o herméticos, o que otros denominan poetas "críticos", por aquello de la desconfianza respecto al lenguaje, el paso más allá de la postura ingenua de la transparencia de las cosas ante las palabras, etc. Uno no está seguro de si esta consideración puede ser aceptada al pie de la letra pero aunque detrás de ella se cobija mucho hermetismo de "marca blanca", de "todo a cien", también es cierto que, históricamente, en otros casos parece haber habido esta reflexión, esta posición de sospecha y el intento de transgresión consiguiente ha tenido una cierta fundamentación. Con todo, para ser justos, hay que decir que el volumen también comprende otros ejemplos de poetas "narrativos" y reflexivos más del gusto de uno aunque eso lo descubrió más tarde.

Al empezar la lectura me topé con otro de esos prólogos escritos en la rimbombante jerga postestructuralista a los que el que esto escribe también contribuyó en su época. No tiraré piedras contra el propio tejado, auqnue debería, pero lo cierto es que en muchos momentos la indigestión provocada por la ingestión masiva de "rizomas", "márgenes", "bordes", "transtextos" y demás, se hace difícil de soportar. Una cosa es que se pretenda someter a crítica la ilusión de la representatividad, de la transparencia del lenguaje y otra que, por ejemplo, se afirme tan ricamente que "No existe representación porque el espíritu de la metáfora ha sido barrido. Solo existen textos en progresión metonímica. En gran parte de ellos se trabaja desde el bordado por fuera del bordado, un centrifugado de patchwork que reimprime la noción ciega de una sintaxis en plena revulsión".

Si nos tomamos en serio semejante afirmación desde el punto de vista de la crítica o la teoría literaria, habría que andarse con pies de plomo. No es que el enjambre postestructuralista sea inadecuado para la crítica literaria, como denunciaba Rodolphe Gasché a propósito del uso del pensamiento de Derrida en los Departamentos de Literatura norteamericanos en los ochenta, pero debe ser usado sino con propiedad sí al menos con sentido. Es lícito afirmar que las fronteras entre crítica y literatura son lábiles pero tampoco se las debe confundir: los lectores tenemos muy claro, en líneas generales, qué es literario y qué no lo es y un prólogo o un texto de crítica no es ni puede pretender ser, también, literatura aunque esté bien escrito: no es la obra literaria aunque su separación respecto a ella llegue a ser mínima. Decir que la edición del Quijote de Rico, sus observaciones y notas son tan literarias como la obra de Cervantes es, teóricamente hablando, una grosería. Mantener la diferencia es importante sobre todo cuando se trata de interrogar esta misma distancia so pena de caer en esa noche en la que todos los gatos son pardos que denunciaba Hegel: si hacemos un prólogo, aunque no lo llamemos así, hagámoslo como tal. Sin trampas.

Por ejemplo, las afirmaciones precedentes. Si nos las tomamos "literariamente" no hay nada qué decir, o bien poco. Pero su lugar y la relación que trazan con el resto del volumen no es insignificante. Tienen un papel crítico-teórico. Por ello no pueden ser simplemente apartadas con un gesto. Deben ser analizadas.

Dicen los autores de la selección y notas: "No existe representación porque el espíritu de la metáfora ha sido barrido". ¿La metáfora tiene un espíritu? ¿Cuál es? ¿Cabe hablar de una única concepción de la metáfora? ¿Y de un único espíritu? En cualquier caso, la causa de que no exista representación, algo como mínimo discutible, ¿es que "ha sido barrido" ese espíritu? ¿Por qué? ¿Cómo? Y, finalmente, ¿qué concepto de "representación" estamos utilizando? ¿El de Kant, el de Husserl, el de Derrida, el de Hegel?
"Solo existen textos en progresión metonímica". Ahí es nada. ¿Todo texto está en progresión metonímica? ¿Incluso los que se cobijan bajo el espíritu de la metáfora? Pero, un momento, ¿no puede ser reducida toda metonimia a metáfora como podría afirmar Derrida ("La retirada de la metáfora")? Supongamos que no. ¿Los textos científicos también están en esa progresión? ¿La textualidad toda, toda, toda? Finalmente, pero ¿qué diablos es una progresión metonímica? (Nota: buceando entre los archivos de la Comunidad encuentro un texto de Darwin Bedoya - en su reseña a Cromosoma de Juan José Rodríguez - que prueba que lo que se afirma en el prólogo, que no es prólogo sino "Diálogo por fuera de los bordes (sic): desde las márgenes pendientes", de la antología, es moneda más común de lo que parece en el ejercicio crítico sólo que uno está claramente off: "Metáfora y barrido. Nulidad de progresión metonímica. Objetos sémicos. Centrifugado de patchwork. Sintaxis y revulsión"). En Poéticas mexicanas del siglo XX se utiliza con algo más de precisión el constructo: "Pero también aquí hay un elemento importante, si habíamos dicho que la imagen del higo estaba preparada, esto es porque aquella 'navaja que desenvainó el golpe' es recuperada mediante una progresión metonímica que va de la 'navaja' a la 'hoja' y, de ahí, al 'filo de la hora', casi al final del poema" (p483). ¡Acabáramos! ¿Mas qué aporta el concepto "progresión" a la metonimia? ¿Tomar el efecto por la causa o la contigüidad suponen en realidad una "progresión"? Sigamos.
"Se trabaja desde el bordado por fuera del bordado" que, cabe suponer, es una forma más literaria de decir que se trabaja el texto desde fuera del texto. ¿Y dónde está ese afuera? ¿Esa exterioridad del bordado, del tejido, la red de relaciones, del entramado de significantes? Derrida intentó algo más modesto, consciente de la imposibilidad de acceder a una exterioridad no lingüística del lenguaje sin el lenguaje, mediante sus pseudoconcepetos, sus simulacros, sus indecidibles. ese arduo trabajo para lograr "jugar" en las fronteras, en los márgenes, siempre dejó claro que no podía situarse, de ninguna manera en un exterior ajeno a la representación ("Les fins de l'homme"). ¿Cómo están afuera estando adentro? ¿Estar afuera no es renunciar, si ello fuera posible, al lenguaje y, por ende, inevitablemente, a la poesía? ¿De qué estamos hablando en realidad?
No hablemos ya del "centrifugado de patchwork" pero ¿qué es reimprimir (¿volver a imprimir?) "la noción ciega de una sintaxis en plena revulsión"? ¿Qué es una "noción ciega"? ¿Un concepto vacío? ¿Un concepto sin sentido? Si es así, ¿qué sentido tiene su uso aquí y ahora? ¿Es un simulacro? Al menos, siquiera tropológicamente, la "sintaxis en plena revulsión" sí parece suficientemente clara: no hay más que continuar leyendo...

2 de julio de 2014

Eduardo y la "Mannschaft"


Ayer a uno le hubiera gustado dejar siquiera algunas impresiones sobre el rato que pasó con Eduardo Moga la tarde del lunes. Al menos para adelantarse. Mas está visto que eso no es lo mío y que cabe irse resignando a que otros digan antes y mejor lo que uno tenía previsto poner negro sobre blanco (o lo que sea hoy día): en ocasiones es un problema de tiempo libre; a veces son imprevistos que acontecen sorpresivamente y, otras más, la mezcla de falta de ambos más algún inaprehensible cúmulo de acontecimientos cuyo devenir ha pasado desapercibido y que irrumpen en el instante menos oportuno. Este fue el caso de ayer: reuniones, problemas y trabajos que se creían concluidos y que resulta que no lo estaban se conjuraron para evitar que pudiera escribir una sola línea. Hoy, de camino al inicio del periodo vacacional dispone uno, por fin, de algo de espacio y de unos minutos así que no hay que dejar pasar la ocasión de consignar por aquí, para cuando apenas lo recuerde, que el encuentro fue agradable, placentero e interesante y que Eduardo podrá ser un gran poeta, que lo es, pero tiene uno la impresión de que su calidad humana no desmerece en absoluto a su dimensión como escritor lo cual, dicho sea de paso, no es poco: es más, acostumbrado como se está a la distancia entre la obra y la persona, sideral en tantos ejemplos, que entre la escritura de Eduardo y la persona que apareció ante mis ojos antesdeayer haya tanta cercanía le reconcilia a uno con la ciudadanía de la República de las Letras y sus habitantes. Espero que los años venideros nos den la oportunidad de cruzarnos lo suficiente como para cultivar una relación que aniticipa una valiosa imbricación entre literatura y humanidad: rara avis. De momento el próximo lunes presentará el poemario Dices "-en realidad, un solo y extenso poema-" en la librería Libros en Su Tinta, de Barcelona a las siete y presentado por Rafael Mammos. A ver si consigue uno aparecer...

Por la noche, en casa, en paz con los poetas y la poesía gracias a Eduardo, hubo un segundo armisticio con el hostil mundo humano: tras las insoportables victorias de Holanda y Brasil, la Mannschaft, aun a costa de la generosa Argelia, dio un paso más en su camino hacia el "maracanazo" que debería dar. La esperanza es lo último que se pierde...