16 de octubre de 2014

Crónica de la Nueva Edad (16/10/2014)


Tras un par de días aun no sale uno de su estupor ante la ocurrencia final del president Mas que, al paso que va, volverá al jardín de las fobias del que había salido tras la entrevista que mantuvo con Ana Pastor. Lejos de realizar un acto arrojado de desobediencia como esperaba, o sino valiente al menos astuto y calculado como - vanidosamente - presumía que realizaría, se desmarca con la convocatoria de una insólita consulta de "solteros contra casados": una "charanga" festiva. A tenor de lo visto podría ser otro paso para seguir mareando la perdiz mientras, al parecer, trata de chantajear a ERC para que acepte una candidatura conjunta en unos comicios plebiscitarios que preserve la actual correlación de fuerzas, como opina Xavier, o, si fuera imposible, ganar tiempo a fin de que CDC remonte electoralmente en los próximos meses apoyándose en el PSC como se especula en algunos medios. No acaba uno de tener claro qué pretende con este montaje de pandereta y barretina pero sí tiene pocas dudas que la inescrutabilidad no lo es por profundidad y complejidad sino más bien por inanidad y torpeza.

Los apesebrados voceros de la Televisió Nacional aplaudían el mismo día el gambito maestro de nuestro Conducator aunque la mayoría a duras penas podía disimular su decepción con la resolución del berenjenal propuesta. Pero ya se sabe: en los medios nacionales la crítica no está a la orden del día. Vicent Partal, por su parte, siguiendo la más pura tradición losantosiana, saludaba a las pocas horas también el "desafío" con entusiasmo forzado aunque ayer ya se veía obligado a reconocer que la incertidumbre generada era enorme y que el "proceso" había estado a punto de descarrilar totalmente y, de hecho, todavía seguía en una situación delicada. Frente a la irresponsable actitud de presuntos "intelectuales" como Lluís Llach, que no guardan ni un mínimo de la distancia crítica que deberían para con la clase política, emulando a los intelectuales orgánicos franquistas o socialistas y jactándose de ello, el pobre Vicent ya está mirando hacia la sociedad civil y reclamando que no se deje la suerte del "proceso" en sus manos.

A ras de suelo, en general, por lo que uno ha visto y escuchado, los españolistas están eufóricos, los unionistas oscilan entre aliviados y enfadados y los secsionistas... pues va por barrios. El secesionismo no es un movimiento uniforme y monolítico. Es más bien una amalgama heteróclita en la que podemos trazar, para mantener la simplificación que permita una cierta inteligiblidad, dos diagonales al menos: la que separa los secesionistas "de siempre", predominantemente etnicistas, de los secesionistas "de aluvión", más oportunistas, y la que distingue a los de derechas de los de izquierdas. Hay más matices y se podrían trazar muchas más divisorias pero no acabaríamos nunca, me temo. La mayoría de los que uno conoce pueden ser incluidos en cualquiera de los espacios resultantes aun a riesgo de reducir su complejidad en algún caso. Les pido disculpas de antemano, como siempre. Por lo que uno ha visto, los etnicistas de derechas se lo toman con calma: es un paso más en lo que creen un inevitable camino hacia la liberación que ya no tiene marcha atrás. Como me comentó, J., cuando critiqué la falta de acierto del Govern a la hora de evaluar la correlación de fuerzas en el ámbito del apoyo internacional y la necesidad de emplear más tiempo y hacer las cosas bien, "Portem esperant 300 anys. No és el moment d'esperar sinó de declarar la independència". Da igual el riesgo de un estado fallido reconocido por Letonia, Kosovo y váyase usted a saber quién. El "batustán" dejaría de serlo muy pronto y, si no, peor para el mundo. Los etnicistas de izquierda se sienten estafados: creían que dirigían el movimiento, contra toda evidencia empírica, y resulta que éste evoluciona por donde los políticos conservadores quieren utilizándolos de carne de cañón. Como decía el otro día F., una secesionista de primera hora, si Mas es un auténtico patriota debería hacer como Gandhi y comenzar una huelga de hambre ante el Tribunal Constitucional y poner al estado español contra las cuerdas. Los oportunistas de derechas estan desconcertados: su fe secesionista se ampara, sobre todo, en la perspectiva de una mejoría económica rápida que ahora se ve frustrada por la cada vez más plausible posibilidad de que en la primavera de 2015 el estado catalán siga sin existir o, si lo hace, esté fuera de la circulación fluida del crédito e incluso de la Unión Europea. La perentoriedad de la secesión es una condición necesaria para el mantenimiento de su alineación con el movimiento: si el horizonte se dilata la situación se volverá desesperada. Los oportunistas de izquierda, finalmente, rabian ante una traición, así la consideran, que también les aleja un poco más del "paraíso en la tierra catalana" ("Independència per a canviar-ho tot").

Si finalmente, y en eso uno coincide con Partal, la propuesta de Mas se confirma en su condición de opereta-vodevil, el secesionismo habrá recibido un duro golpe: una auténtica traición. Pero harían bien unionistas y españolistas en no lanzar las campanas al vuelo: la frustración de las expectativas generadas generará, más temprano que tarde, nuevos conflictos. El choque de trenes ya ha tenido lugar hace tiempo aunque El País se empeñe en negarlo y a pesar de que, a momentos, el choque parezca de carretas.

Esto está lejos de haberse acabado...