5 de diciembre de 2014

Ilustraciones?


Recomendaba uno el lunes una reflexión de Jorge Riechmann acerca de la necesidad de una segunda Ilustración que ensanchara el espacio de la primera. Nada que objetar a la ampliación de los fines, principios y prácticas de una racionalidad que aspire a la emancipación como ideal máximo. El problema es que, como decía el viejo Habermas - y nosotros nos reíamos de él en nuestros años de insolencia universitaria de la mano de "nuestro" Marx pasado por Derrida -, la primera Ilustración, la enunciada en el s. XVIII y sistematizada por Kant, no es sólo un proyecto inacabado por necesidad teórica sino también por falta de realización histórica. Es decir, no es sólo que la Ilustración deba seguir vigente como proyecto porque su formulación temporal deja suficiente espacio para ser ampliada y enriquecida (o empobrecida según se mire, recordemos los efectos nefastos del racionalismo positivista a ultranza) sino porque la Humanidad, en su absoluta inmensa mayoría, no ha llegado ni a acercarse a los rudimentos del empeño ilustrado: vive muy lejos del sapere aude, anclada en una "culpable minoría de edad" y sin especial interés en hacerse dueña de sí misma. ¿Cuántas personas hay en ella que deseen - y lo logren más o menos habitualmente - servirse de su entendimiento sin la guía de otros?

La actualidad de la Ilustración, de la primera, es el resultado de su incumplimiento: es una promesa que debe regir nuestra acción porque permanece en el horizonte, irrealizada, como esperanza y condición de ulteriores logros.