9 de septiembre de 2015

Crónica de la Nueva Edad (09/09/2015)



Un último apunte, de momento, sobre uno de los motivos del déficit moral de la opción que ha escogido el movimiento secesionista: la autoindulgencia. Miquel, catalanista, más bien de izquierdas y casi seguro, apuesta uno, votante histórico de Iniciativa per Catalunya, comentaba el otro día por teléfono: "¿Te imaginas la que se armaría aquí si una candidatura nacionalista española situara a su candidato a la presidencia en el número cuatro de la lista e incluyera en ella, como "pesos pesados" a Perales y Butragueño? ¿No la destriparíamos aquí y nos estaríamos riendo a carcajadas del montaje?". Pues eso. Nadie, entre mis amigos y conocidos secesionistas, ha esbozado la más mínima crítica ante la articulación de la candidatura de CiU y ERC, con un president in pectore agazapado en el número cuatro por Barcelona y con "pesos pesados" como el Perales local (Lluís Llach) o el Butragueño de turno (Pep Guardiola). Lo peor, que esta observación constructiva es tomada, ya, por algunos de ellos como un ataque. Afortunadamente, los hay que todavía son capaces de admitir las objeciones sin revolverse furiosamente o mirarle a uno como si fuera un agente al servicio del CNI. Mientras estos sigan siendo capaces de amortiguar el sentimentalismo no todo está perdido, moralmente hablando, para el secesionismo.

Mas no cabe ser optimistas. Como tampoco - menos todavía - de la capacidad del estado español de hallar una salida airosa a este contencioso.