14 de octubre de 2015

Crónica de la Nueva Edad (14/10/2015)


Por fortuna uno visita Televisión Española tan sólo ocasionalmente, durante los zappeos de rigor, y la vista de la enseña nacional en la esquina superior derecha de la pantalla el pasado 12 de octubre fue sólo una molestia leve. No obstante, fue suficiente como para provocar algo de inquietud: la amenaza de un resurgimiento del nacionalismo español promovido institucionalmente a cuenta del secesionismo catalán sigue ahí. Sólo faltaría su presencia para que el cóctel se agitara intensamente y se saliera de la coctelera antes de servirse.

Por de pronto, aunque las reacciones de la caverna o de personajes (o individuos) como Frank Cuesta a las payasadas de Willy Toledo, que sigue luciendo ese desagradable trazo grueso y burdo en sus manifestaciones "políticas", continuen en la humorística tradición esperpéntica mesetaria, las reacciones menos estentóreas pero hirientes y las censuras apenas disimuladas en los medios de comunicación españoles a declaraciones con bastante sentido común como las del alcalde de Cádiz ("Nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios. Nada que celebrar") o la acostumbradamente sobria Ada Colau ("Vergüenza de estado aquel q celebra un genocidio, y encima con un desfile militar q cuesta 800mil €! #ResACelebrar #ResistenciaIndigena") apuntan maneras preocupantes. Aunque uno prefiere la exposición sencilla de Teresa Rodríguez ("Yo creo que la fiesta nacional debería recordar la liberación propia y no la esclavitud de otro. Modestamente"), que a estas alturas se siga intentando proclamar que el "descubrimiento" fue una empresa "civilizatoria" y no una simple y llana "conquista" resulta tan patético como los esfuerzos secesionistas por reinterpretar la Guerra de Sucesión del S. XVIII como una contienda nacional o la batalla de Catalunya durante la Guerra Civil como una resistencia desesperada de los catalanes contra los invasores españoles.

Y mientras esperamos que el nacionalismo español no se rearme moralmente, estos días se asiste en los medios de comunicación catalanes a una apología tan exagerada del que fuera president de la Generalitat Lluís Companys que nadie parece extrañarse de que se le sitúe a la altura de estadistas europeos como Churchill o de Gaulle: las reinterpretaciones históricas que se están realizando desde hace un par de décadas en este país comienzan a alcanzar proporciones grotescas. Y ello condimentado con el espectáculo del paseíllo que las consejeras Rigau y Ortega y el president in pectore Mas (parece claro que logrará el apoyo de la CUP a costa de su más que probable fractura interna) hacen en los juzgados como si se tratara de nuevos "Mandelas" gracias a un poder judicial español lento, torpe y tan soberbio que acaba causando provocaciones inútiles. No se trata de afirmar, con la elementalidad que se hace por aquí, que obedece ciegamente al poder político (si eso fuera así ni la infanta Cristina, ni Bárcenas, ni Rato, ni tantos otros habrían pasado por los juzgados) pero basta con mirar el calendario para saber cuándo una citación es más prudente. Las formas importan y el estamento judicial debería de saberlo. Importan tanto, que el que quiera ver en la actitud de las consejeras y Mas una demostración de heroica firmeza, de resistencia y desobediencia civil, abusa del consumo de substancias tóxicas.